Gozo y Paz con Jesús Sacramentado: La solidaridad de la Sección Adoradora de Alcalá de Guadaíra llega hasta Colombia

(Publicado el martes, 24 de febrero de 2015)


El sábado día 21 de febrero, la Antigua y Franciscana Sección de Alcalá de Guadaíra de la Venerable Archicofradía de Adoración Nocturna Española al Santísimo Sacramento, celebró en el Monasterio de Santa Clara la vigilia mensual, que trajo agradables sorpresas a los adoradores: 1) La visita del Rvdo. Padre Ángel Alfaro de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro, en la víspera de la festividad católica de la Cátedra de San Pedro, lo que permitió gozar de la bendición con el Santísimo al término de la Vigilia; 2) La Sección supo que la colaboración con el Colegio Campestre Santo Domingo Savio de Anolaima en Colombia, del que el Padre Ángel es el “alma mater”, gracias al trabajo de asesoramiento realizado por los adoradores Juan Jorge García y Francisco Burgos (profesores de diferentes niveles educativos), ha dado sus frutos y el Colegio recibió la autorización de las autoridades educativas colombianas para la implantación de la Educación Secundaria: básica secundaria según la terminología del lugar.

Esta es la primera vigilia que celebra la Sección alcalareña tras recibir recientemente la visita de su Presidente Honorario, Su Eminencia Reverendísima Fray Carlos Amigo Vallejo (Cardenal Arzobispo Emérito de Sevilla) y recibir el encargo y ánimos para seguir promoviendo la Adoración al Santísimo. 


Para entender el significado de la Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento y el gozo espiritual que reciben los adoradores de Cristo Eucaristía, basta recordar el mensaje de San Juan Pablo II a Monseñor Albert Houssiau, obispo de Lieja, en el 750 aniversario de la fiesta del Corpus Christi. 



“En la última Cena, después de haber celebrado la Pascua con sus discípulos, cuando iba a pasar de este mundo a su Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perpetuo de su pasión (…), el más grande de todos los milagros; y a quienes su ausencia llenaría de tristeza, les dejó este sacramento como consuelo incomparable” (S. Tomás de Aquino, Oficio del Corpus Domini, 57 ,4). Cada vez que en la Iglesia celebramos la Eucaristía, recordamos la muerte del Salvador y anunciamos su resurrección en espera de su venida. Por tanto, ningún sacramento es más precioso y más grande que el de la Eucaristía; y, cuando comulgamos, somos incorporados a Cristo. El Señor transforma y asume nuestra vida.


Fuera de la celebración eucarística, la Iglesia se preocupa por venerar la santa reserva, que ha de ser “conservada (…) como centro espiritual de la comunidad religiosa y de la parroquial” (Pablo VI. Mysterium fidei, 38). La contemplación prolonga la comunión y permite encontrarse constantemente con Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, dejarse observar por él y experimentar su presencia. Cuando lo contemplamos presente en el Santísimo Sacramento del altar, Cristo se acerca a nosotros con más intimidad que la que podemos tener nosotros mismos; nos hace partícipes de su vida divina en una unión transformadora y, por el Espíritu nos abre el acceso al Padre, como dijo a Felipe: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9). La contemplación, que es también comunión de deseo, nos une íntimamente a Cristo, y de manera muy especial une a quienes no pueden recibirlo.


Permaneciendo en silencio ante el Santísimo Sacramento, es a Cristo, total y realmente presente, a quien descubrimos, a quien adoramos y con quien estamos en relación. La fe y el amor nos llevan a reconocer, bajo las especies del pan y del vino, al Señor, a aquel que nos comunica plenamente “los beneficios de esta redención que ha realizado él, el Maestro, el buen Pastor, el mediador más grato al Padre” (León XIII, Mirae caritatis). Como recuerda el Libro de la fe de los obispos de Bélgica, la oración de adoración en presencia del Santísimo Sacramento une a los fieles “en el misterio pascual, los hace partícipes del sacrificio de Cristo, cuya Eucaristía es el sacramento permanente”.


Al venerar el Santísimo Sacramento, realizamos también una profunda acción de gracias al Padre, pues por su Hijo ha visitado y redimido a su pueblo. Por el sacrificio de la cruz, Jesús dio la vida al mundo y nos convirtió en hijos adoptivos, a su imagen, estableciendo relaciones particularmente íntimas, que nos permiten llamar a Dios con el hermoso nombre de Padre. Como nos recuerda la Escritura, Jesús pasaba noches enteras orando, especialmente en los momentos en que debía hacer opciones importantes. En la oración, con un gesto de confianza filial, imitando a su Maestro y Señor, el cristiano abre su corazón y sus manos para recibir el don de Dios y darle gracias por sus favores, concedidos gratuitamente. Estamos llamados a imitar su ejemplo para configurarnos poco a poco con él, permitir que el Espíritu actúe en nosotros y realizar la misión que se nos ha confiado. En particular, el amor de Cristo nos impulsa a trabajar incesantemente por la unidad de su Iglesia, por el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra y por el servicio a los hombres; “un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan”: esta es la buena nueva que alegra el corazón del hombre y le hace ver que está llamado a tomar parte en la vida bienaventurada con Dios. El misterio eucarístico es la fuente, el centro y la cumbre de la actividad espiritual y caritativa de la Iglesia (cf. Presbyterorum ordinis, 6).


La intimidad con Cristo, en el silencio de la contemplación, no nos aleja de nuestros contemporáneos sino que por el contrario nos hace estar más atentos y abiertos a las alegrías y tristezas de los hombres y ensancha el corazón conforme a las dimensiones del mundo. Nos hace solidarios con nuestros hermanos en la Humanidad, particularmente con los más pequeños, que son los predilectos del Señor. Mediante la adoración el cristiano contribuye misteriosamente a la transformación radical del mundo y a la difusión del Evangelio. Toda persona que ora al Salvador arrastra consigo al mundo entero y lo eleva a Dios. Por eso, quienes están ante el Señor prestan un servicio eminente, presentan a Cristo a todos aquellos que no lo conocen o que están lejos de él, velan ante él, en su nombre.


“Los fieles, cuando adoran a Cristo, presente en el Santísimo Sacramento, deben recordar que esta presencia brota del sacrificio y tiende a la comunión tanto sacramental como espiritual” (Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos. Instrucción sobre el culto a la Eucaristía, 50). Por tanto, exhorto a los cristianos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar, pues todos estamos llamados a permanecer de manera continua en presencia de Dios, gracias a Aquel que permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos. A través de la contemplación, los cristianos percibirán con mayor profundidad que el misterio pascual está en el centro de toda la vida cristiana. Este hecho los lleva a unirse más intensamente en el misterio pascual y a hacer del sacrificio eucarístico, don perfecto, el centro de su vida, según su vocación específica, porque “confiere al pueblo cristiano una dignidad incomparable” (Pablo VI. Myisterium fidei, 37). En efecto en la Eucaristía Cristo nos acoge, nos perdona, nos alimenta con su palabra y su pan y nos envía en misión al mundo; así, cada uno está llamado a testimoniar lo que ha recibido y a hacer lo mismo con sus hermanos. Los fieles robustecen su esperanza, descubriendo que, con Cristo, el sufrimiento y la tristeza pueden transfigurarse, puesto que con él ya hemos pasado de la muerte a la vida. Por eso, cuando ofrecen al Señor de la historia su propia vida, su trabajo y toda la creación, él ilumina sus jornadas.

Como en cada vigilia, los adoradores se unieron a la Santa Misa de la Comunidad, que oficiaría el Rvdo. Padre Salesiano D. Valentín Fuentes Calvo, en la que recibieron el sacramento de la Comunión. Al finalizar la Misa, el Sacerdote realizó la Exposición del Santísimo, mientras la Comunidad de Hermanas Clarisas y los adoradores cantaban Pange Lingua, realizaron la Estación Mayor a Jesús Sacramentado, que finalizó con el conocido himno eucarístico “Cantemos al Amor de los Amores”, y continuaron con la vigilia, para la cual se siguió el esquema correspondiente al Tiempo de Cuaresma.

A las preces propias del Manual, el Lector añadió una específica para los enfermos: Señor, que tu bendita Madre, Virgen María, que los adoradores alcalareños veneremos en la dulce Advocación de Nuestra Señora Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano, desde su corazón protector de Madre de Dios y de toda la Humanidad, inunde de Amor y Esperanza los corazones de quienes más lo necesitan, especialmente los enfermos. Bendice, Señor, a tu pueblo.


Tras el Turno de Vela, el Oficio de Lectura, tiempo de silencio para la oración personal y el rezo del Santo Rosario, se pidió por las intenciones de S.S. el papa para el mes de febrero, que son: Universal: Encarcelados. Para que los encarcelados, en especial los jóvenes, tengan la posibilidad de reconstruir una vida digna. Por la Evangelización: Cónyuges separados. Para que los cónyuges que se han separado encuentren acogida y apoyo en la comunidad cristiana.


Se rezaron las Preces Expiatorias y el Rezo de Completas, finalizando con la Salve, como Antífona final a la Santísima Virgen María.


Los adoradores recibieron el regalo de finalizar la Vigilia con la Bendición con el Santísimo, impartida por el Rvdo. Padre Ángel Alfaro y tras el canto del Tantum Ergo, de rodillas, y las tradicionales alabanzas, el Reverendo procedía a la Reserva de Su Divina Majestad, retirándose los adoradores llenos de gozo y paz.



Tras la Vigilia pudieron departir con el Padre Ángel quien agradeció a la Sección Adoradora su aportación, en forma de asesoramiento en materia educativa, que ha dado sus frutos, y tras recibir la correspondiente autorización gubernativa, el Colegio Campestre Santo Domingo Savio, fundado por la Orden Sacerdotal San Pedro, ha iniciado el curso con un grupo de Educación Básica Secundaria. 


El centro educativo, que viene a paliar las graves deficiencias que en esta materia sufren los hijos de los campesinos, cuenta ya con 156 alumnos y alumnas a los que se les proporciona una educación de calidad, que les permite albergar esperanzas de un futuro mejor, toda vez que su misión es: “Con alto nivel de exigencia, “formar buenos cristianos y honrados ciudadanos” (San Juan Bosco) construyendo personas de esperanza, integrales, verdaderamente libres, responsables, autónomas, competentes, capaces de transformar la sociedad desde la conciencia de la dignidad humana, la cultura campesina colombiana, los idiomas, las artes, lo laboral y el sostenimiento de la granja como espacio para proyectos innovadores promoviendo el bien común.”


La Sección adoradora alcalareña se comprometió a ayudarles, en su momento, con el marco conceptual, estructura curricular y materiales curriculares, a fin de conseguir la autorización para la impartición del nivel correspondiente a Bachillerato: Secundaria Media en la terminología colombiana.


Así pues, la Sección adoradora alcalareña, además de rogar a Dios por vivos y difuntos, contribuye a través del Consejo Diocesano con aportaciones para el funcionamiento de Comedores Sociales y el Seminario Metropolitano. Asimismo, realiza trabajos de solidaridad y obras de misericordia como “Enseñar al que no sabe”; “Dar buen consejo al que lo necesita y corregir al que yerra”.


Precisamente, hasta que el Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna Española remita a las Secciones el Boletín correspondiente a la Vigilia de marzo, los adoradores seguirán reflexionando sobre el Tema propuesto para febrero: “Las obras de misericordia espirituales y corporales”. Se trata de obras que podemos y debemos realizar y que manifiestan la Fe y la Caridad del cristiano.


Las obras de misericordia espirituales, que cubren las necesidades del espíritu son: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rogar a Dios por vivos y difuntos.


Las obras de misericordia corporales, que cubren las necesidades del cuerpo son: visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, redimir al cautivo y enterrar a los muertos.


Se trata de la respuesta de los cristianos al Mandamiento que nos dio el Señor: “Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la Ley de Cristo” (Gal 6, 2). “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como Yo os he amado, así también os améis los unos a los otros” (Jn 13, 34).


Los adoradores de Jesús Sacramentado son y deben ser conscientes de que el Señor nos ha dado a todos el Mandamiento nuevo. Cuando realizamos una obra de misericordia con cualquiera de nuestros hermanos, lo estamos haciendo con el Señor, como así lo explica claramente el Señor en el Evangelio.


Los adoradores no pueden guardar en su corazón rencor alguno contra alguien, que les impida hacerle el bien. Asimismo, no pueden tener reparos en manifestar su Fe con obras de caridad en servicio de todos.



Redacción y fotografías: N.H.A.D. Francisco Burgos Becerra.
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Vigilia de febrero de 2015

(Publicado el sábado, 21 de febrero de 2015)

¡Adorado sea el Santísimo Sacramento!
¡Ave María Purísima!
Paz y Bien

Queridos hermanos y hermanas adoradores:

 
El próximo sábado 21 de febrero, celebraremos la Vigilia de Adoración Nocturna en honor a Jesucristo, Nuestro Señor, verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
 
A las SIETE DE LA TARDE tendremos la reunión previa en el locutorio de las monjas, junto al patio.

A las SIETE Y MEDIA DE LA TARDE celebraremos junto a las Hermanas Clarisas la Santa Misa, al término de la cual el sacerdote celebrante hará Exposición Mayor de Su Divina Majestad para el rezo de la Estación a Jesús Sacramentado y de la Liturgia de las Horas (de la página 353 a la 374 del Manual de la Adoración Nocturna Española).
 
Tras un rato de silencio en oración personal, rezaremos el Santo Rosario, las Preces Expiatorias (de la página 449 a la 452 del Manual de la Adoración Nocturna Española) y Completas junto a las Hermanas Clarisas.
 
Concluirá este piadoso culto con la Reserva de la Sagrada Forma por la Reverenda Madre Abadesa, pues está facultada para ello.
 
¡BUENA VIGILIA PARA TODOS!
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Hoy es Miércoles de Cenizas

(Publicado el miércoles, 18 de febrero de 2015)

Os recordamos que hoy es Miércoles de Ceniza, día en el que la Iglesia interrumpe el Tiempo Ordinario para dar paso a la Cuaresma, tiempo litúrgico que simboliza la espera de Cristo para su Pasión, Muerte y Resurrección.
 
En el Convento de Santa Clara se hará el Rito de Imposición de la Ceniza en la misa de las 19:00 horas.
 
Inauguremos la Cuaresma con humildad, reconociéndonos humildes pecadores y con la esperanza de convertirnos al Evangelio desde el momento en el que el sacerdote, al imponernos la ceniza, nos diga: "Conviértete y cree en el Evangelio".
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Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma: FORTALEZCAN SUS CORAZONES (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.


Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.


1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia

La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.


2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades

Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).

Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.

Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.


3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
Vaticano, 4 de octubre de 2014 Fiesta de san Francisco de Asís.
Franciscus
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Audiencia de S.E.R. Carlos Amigo Vallejo, Presidente Honorario de nuestra Sección

(Publicado el lunes, 9 de febrero de 2015)

El día 6 de febrero, el Sr. Cardenal, Fray Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo Emérito de Sevilla, visitó el monasterio de Santa Clara de Alcalá de Guadaíra, y recibió en audiencia privada al Consejo Directivo de la Antigua y Franciscana Sección de Adoración  Nocturna Alcalareña, de la que es Presidente Honorario.

En efecto, dicho día, tras la misa que celebró con las Hermanas Clarisas, los miembros del Consejo Directivo, departieron con Su Eminencia Reverendísima, en distendida conversación, en la que, en primer lugar, se le presentó la Sagrada Imagen de la Virgen, cotitular de la Sección, y se le hizo entrega de un cuadro con una bella fotografía de la misma, con la siguiente dedicatoria. “A Su Eminencia Reverendísima Cardenal Fray Carlos Amigo Vallejo, Presidente Honorario de esta Franciscana Sección Adoradora, con el deseo de que Nuestra Señora, Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano le colme de bendiciones, y le premie sus largos años de dedicación y servicio a la Santa Madre Iglesia. Alcalá de Guadaíra, febrero de 2015”. Como es lógico, iba sellado y firmado por el Presidente de la Sección.

Fray Carlos Amigo, estuvo encantado admirando la belleza de la talla, que le había llamado la atención desde su llegada al Monasterio, y se interesó por la marcha de la Sección Alcalareña, que, afortunadamente, va logrando cada vez más adoradores de Jesús Sacramentado: su fin principal. No cabe duda, como él mismo reconoció, que se cumplen las palabras del Papa Pablo VI, de feliz memoria: “A Jesús por María. María siempre es el camino que conduce a Cristo”  ya que desde que el pasado año en el mes de mayo se bendijo la Imagen de la Señora, ha habido nuevas incorporaciones de adoradores, que pronto serán recibidos ante el Santísimo Sacramento con la ceremonia correspondiente de imposición de insignias y juramento de la bandera, como manda el ritual.

Se le informó, asimismo, de que la Sección posee también la Imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, igualmente procedente de una donación, interesándose vivamente el Sr. Cardenal por el tema, dado que es una advocación netamente franciscana, alegrándose por ello, y sobre todo al saber que está siendo restaurado por el profesor D. Joaquín Arquillo en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Hispalense, debido al mal estado en que se encontraba.

Por parte del Presidente se le recordó que el Rvdo. D. José Luis Portillo (q.e.p.d.) sacerdote que durante su vida había sido adorador, y cuyos restos fueron trasladados el día anterior a su templo de San Agustín, en ceremonia presidida por el Sr. Cardenal, tuvo en las primeras décadas de la fundación de su parroquia un turno de Adoración Nocturna, que solicitó al Consejo Diocesano aún sin estar acabado el templo, en carta fechada el 28 de agosto de 1963, y que se conserva en nuestros archivos, en la que decía entre otras cosas: “Considero fundamental para vitalizar una Parroquia de nueva creación, incrementar la vida espiritual de la misma, y para ello estimo que la Adoración me puede prestar un servicio inestimable.”

Tras unas reconfortantes palabras de monseñor, siempre salpicadas por su humor habitual, los asistentes se hicieron una foto delante del altar de la Santísima Virgen, como recuerdo de tan entrañable encuentro, despidiéndose con unas cariñosas palabras, llenas de afecto para todos los que forman la guardia de honor de Jesús Sacramentado en las horas de la noche, animándoles a seguir con la tarea de propagar la devoción a Jesús Sacramentado.


Redacción y fotografía: NN.HH.AA. D. Juan Jorge García García y D. Francisco Burgos Becerra.
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Hoy es Fiesta litúrgica de la Candelaria

(Publicado el lunes, 2 de febrero de 2015)

Tradicionalmente se llama así a la Festividad de la Presentación del Niño Jesús en el templo y Purificación de Nuestra Señora. Jesús, que nació en la sociedad judía de su época, cumplió con todos los rituales propios de la misma. Éste era uno de ellos y se realizaba a los cuarenta días del nacimiento del hijo si era varón, aunque si era niña el tiempo era mayor.

El Levítico (capítulo XII) regulaba con todo lujo de detalle este tema de la impureza de la mujer recién parida. La Virgen María, por ser Madre de Dios, y por haber concebido  a Jesús de modo virginal, por obra y gracia del Espíritu Santo, no estaba sometida a esta ceremonia hebrea. No obstante, ella y su esposo San José,  conscientes de que sus paisanos nada sabían de todo lo anterior, quisieron seguir la ley y llevaron al Niño al Templo al cumplirse los cuarenta días de su nacimiento. Por ello también realizaron la ofrenda de las familias pobres: una pareja de tórtolas. Sin embargo, no pasó desapercibida su condición de Hijo de Dios para el anciano Simeón, ni para la profetisa Ana, y así recoge San Lucas en su Evangelio el Cántico de Simeón, muy utilizado en la Liturgia de las Horas, concretamente en el rezo de Completas. Recordemos también que fue Simeón el que ya anunció a María, en este mismo momento, los padecimientos que sufriría por causa del martirio de su hijo Jesús: …una espada atravesará tu alma… (Lc. 2, 35)

La denominación y uso de las candelas o velas parece que tuvo su origen en fiestas paganas con que los romanos conmemoraban en este día a sus dioses, y que diversos papas, entre ellos Inocencio, y Sergio, deseando desterrar estas costumbres tan arraigadas en las gentes (no olvidemos que gran parte de los cristianos de los siglos primeros eran de cultura romana), transformaron estos ritos en la festividad religiosa en honor de la Madre de Dios, que ha llegado hasta nosotros.
Un bello poema resume todo lo que celebra la Iglesia en este día:

En honor de la piadosa María
llevo esta candela en la mano mía;
representa esta cera
la carne virginal verdadera
de Cristo; y la llama, que ilumina,
significa su persona divina;
y la mecha en el cirio encendida,
el alma que a su cuerpo da vida.


En cuanto a la tradición de vestir al Niño Jesús con el faldón propio del Bautismo, es una extrapolación entrañable de la costumbre cristiana: así como las familias visten con dicha vestimenta a sus hijos para su presentación en el templo, ya que el Bautismo es el día de la entrada oficial en la Iglesia de los recién nacidos, así la piedad de los fieles, al revestir a las Sagradas Imágenes con ricos ropajes, adoptaron esta costumbre para el Niño Jesús en la Festividad de su Presentación en el Templo.


Redacción y fotografía: N.H.A.D. Juan Jorge García García.
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