‘Jesús y las riquezas’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

(Publicado el viernes, 28 de octubre de 2016)

asenjo_oficial_2010_pmQueridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este XXXI domingo del tiempo ordinario nos presenta el encuentro de Jesús con Zaqueo. El Señor ha llegado a Jericó en la etapa final de su vida pública. Antes de entrar en la ciudad más antigua de la tierra, según los arqueólogos, ha curado a un ciego (Lc 18, 35 ss). Por esta razón, le espera una multitud. San Lucas nos dice que Zaqueo era jefe de publicanos y rico. Efectivamente, era el jefe de los aduaneros de la ciudad de Jericó, que tenía el monopolio de algunos productos muy solicitados en aquel tiempo. Era también de corta estatura. Por ello, para ver mejor al Señor, se sube a un sicomoro, tal vez el mismo que los guías muestran a los peregrinos cuando llegan a Jericó. Al llegar Jesús a la altura del sicomoro, alzó  la vista y se dirigió a Zaqueo con estas palabras: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Él se dio prisa, bajó y recibió a Jesús “muy contento”. Al verlo, todos murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

Este fragmento del evangelio subraya una vez más la predilección del Señor por los enfermos, los humildes, los rechazados y despreciados. Sus paisanos despreciaban a Zaqueo porque hacía cambalaches con el dinero y con los tributos. Para ellos, Zaqueo no era más que “un pecador”. Jesús en cambio deja la turbamulta que le vitorea y se encuentra con Zaqueo en su casa. En este caso, y en tantos otros, Jesús es el buen pastor, que deja las noventa y nueve ovejas para buscar la perdida que completa el centenar. Nos enseña así que el cristiano no puede parcializar su amor. Debe amar, acoger y servir a los que piensan como él y a los que piensan o viven de manera diversa, pues Dios es Padre de todos y Jesús por todos derramó su sangre preciosa.

La actuación y las palabras de Zaqueo contienen una enseñanza sobre lo que debe ser nuestra actitud con las riquezas y con los pobres. Tres capítulos atrás, Jesús nos ha presentado la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. El rico Epulón negaba al pobre hasta las migajas que caían de su mesa. Zaqueo, por su parte, da la mitad de sus bienes a los pobres. Epulón destina sus bienes sólo para sí y para sus amigotes ricos que le pueden corresponder. Zaqueo, después de su encuentro con Jesús, ofrece sus bienes a los necesitados. Lo decisivo es, pues, el uso que se hace de las riquezas, que son inicuas cuando se sustraen a los más débiles y se emplean para el propio lujo desenfrenado. Entonces se erigen en un ídolo ante el que nos arrodillamos y que nos impide postrarnos ante el Dios vivo y verdadero, el único Señor de nuestras vidas. Las riquezas dejan de ser inicuas cuando son fruto del trabajo honrado, se adquieren justamente y se ponen al servicio de los demás y de la comunidad.

En el capítulo anterior, san Lucas narra el encuentro del Señor con el joven rico (Lc 18,18ss), al que le pide que venda todo lo que tiene y lo dé a los pobres. Probablemente Jesús quería llamarlo a un seguimiento más cercano. Aquel joven, sin embargo, no se mostró dispuesto y marchó entristecido porque no era generoso y no quería romper con las riquezas para seguir al Señor con un corazón indiviso. Con Zaqueo Jesús se contenta con su promesa de dar a los pobres la mitad de sus bienes. Zaqueo sigue siendo rico, aunque menos, después de haber renunciado a la mitad de sus pertenencias.

El evangelio de este domingo rectifica la falsa impresión que se puede tener de otros dichos del evangelio. No es la riqueza en sí lo que Jesús condena, sino el uso inicuo de ella. Los ricos no están condenados de antemano por el hecho de serlo, si no ponen el corazón en las riquezas, convirtiéndolas en ídolos, si comparten sus bienes con los pobres, si tienen muy en cuenta la dimensión social de la riqueza, si honradamente la crean para otros. Zaqueo es la prueba de ello. Dios puede hacer el milagro de convertir y salvar a un rico sin, necesariamente, reducirlo a la pobreza. Jesús nunca negó esta esperanza, que incluso alimentó, no desdeñando frecuentar, Él, que no tenía donde reclinar su cabeza, a algunos amigos ricos, como seguramente lo eran  los hermanos de Betania.

Jesús  jamás halagó a los ricos, ni buscó su favor, ni suavizó para ellos las exigencias de su evangelio. Zaqueo, antes de oír de labios de Jesús: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, hubo de convertirse a Dios y a los hermanos, decidiendo dar a los pobres la mitad de sus bienes y devolver el cuádruple a quienes hubiera estafado.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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Carta Pastoral ‘Sal de tu tierra’ Domund 2016

(Publicado el viernes, 21 de octubre de 2016)

Queridos hermanos y hermanas:

asenjo_oficial_2010_pmEn los compases finales del Jubileo de la Misericordia, la Jornada Mundial de la Propagación de la Fe, el popular DOMUND, nos invita a ver la misión ad gentes como una inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. Así comienza el papa Francisco su mensaje para el DOMUND de este año. El Santo Padre nos invita, como discípulos misioneros, a que ofrezcamos cada uno nuestros propios talentos, dones, creatividad y experiencia, o nuestra oración, para llevar el mensaje de la ternura de Dios a nuestros hermanos, tanto en las misiones propiamente dichas, como en nuestros ambientes, que casi sin darnos cuenta se van convirtiendo también en  territorios de misión. El mandato misionero de Jesús nos urge a anunciar el Evangelio a quienes no lo conocen o han abandonado la fe, para que todos experimenten la misericordia y el amor  de Dios.

La misericordia de Dios tiene como primeros destinatarios a los más frágiles, a los pequeños, los descartados y oprimidos. Él es el Dios bondadoso, atento, fiel, que está especialmente cerca de quien pasa necesidad. Está cerca de todos, como haría un padre y una madre con sus hijos, pero mira con especial ternura a los pobres, los ama con amor de madre y se estremece de compasión ante su fragilidad. Ellos deben ser el objeto preferencial del amor de los misioneros y de todos los hijos de la Iglesia.

Jesucristo, el Verbo encarnado, nos revela el rostro del Padre, rico en misericordia. Jesús, con su palabra, con sus gestos y sus milagros revela la misericordia de Dios. Su persona no es otra cosa sino amor, un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Los milagros que realiza tienen el sello de la misericordia hacia los pecadores, los pobres, los excluidos y los enfermos. En Él todo es misericordia. Nada en Él está falto de compasión. Su misericordia y su compasión tienen su culmen en el Calvario, en el que se inmola libremente por toda la humanidad.

Todo cristiano está llamado a ser misericordioso como el Padre, misericordioso como Jesús, amando como Él nos ama y haciendo que nuestra vida sea un signo de su bondad. Hoy son muchos los hombres y mujeres de toda edad y condición, que como Abraham, han escuchado la voz de Dios que les ha dicho Sal de tu tierra, y que en la misión ad gentes son testigos del amor de misericordia.

Hoy abundan también familias misioneras, que en los lugares más insospechados anuncian el Evangelio, bien de forma explícita o sirviendo a los pobres, en su promoción humana o en la educación y formación de las personas. La Iglesia ejerce así su destino de «madre», misericordiosa, procurando que los pueblos que todavía no conocen al Señor lo encuentren y lo amen. La fe es un don de Dios, pero crece también  gracias a la caridad de los evangelizadores.

Todos los pueblos y culturas tienen derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Esto hoy es más necesario que nunca, si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras y crisis humanitarias que aquejan a los pueblos del hemisferio sur. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia es fuente de alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos. Todos estamos llamados al compromiso evangelizador, a salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

En este Año Jubilar de la Misericordia se cumple el 90 aniversario del DOMUND, instituido por el Papa Pío XI en 1926. En esta efeméride,  recuerdo con mucho afecto a los cerca de dos centenares de misioneros y misioneras sevillanos, casi todos ellos religiosos, que están en la primera línea de la misión anunciando a Jesucristo en los países del sur y que son el orgullo de nuestra Archidiócesis. Dios quiera que surjan muchas vocaciones misioneras entre nuestros sacerdotes y laicos. Invito a  todos a rezar diariamente por las misiones, pues la oración es también el alma de la pastoral misionera. Agradezco a la Delegación Diocesana de Misiones y al Delegado su renovado entusiasmo y compromiso en favor de las misiones. Pido a los sacerdotes y demás responsables de la pastoral diocesana, en concreto a los profesores de Religión, catequistas y directores de la escuela católica, que hagan con todo esmero la campaña del DOMUND, sin descuidar la colecta, con la cual servimos a la evangelización y a los pobres. Somos de este modo misioneros de la misericordia.

Encomendando a todos los misioneros, y muy especialmente a los originarios de nuestra Archidiócesis, a Santa María, causa de nuestra alegría, a todos os saludo y bendigo con afecto.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla        

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Carta pastoral ‘Orantes como san Manuel González’

(Publicado el viernes, 14 de octubre de 2016)

asenjo_oficial_2010_pmQueridos hermanos y hermanas:

En este domingo, 16 de octubre, XXIX del tiempo ordinario, tiene lugar en Roma una ceremonia que ha de llenar de alegría y orgullo a todos los católicos sevillanos, pues en esta mañana el papa Francisco canoniza al beato Manuel González García, nacido en Sevilla, calle Vidrio 22, el 25 de febrero de 1877. Don Manuel fue obispo de Málaga y Palencia y antes miembro de nuestro presbiterio diocesano. Fundador de las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret y de otras varias instituciones eucarísticas, es gloria de nuestra archidiócesis. Me remito a la carta pastoral que he publicado en fechas recientes sobre este acontecimiento excepcional. Básteme decir, en sintonía con la Palabra de Dios de este domingo, que don Manuel fue un hombre de oración ferviente y que escribió páginas hermosísimas sobre la oración.

“El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y  la tierra”. Con estas palabras del salmo 120 respondemos en este domingo a la Palabra de Dios de la primera lectura. Con ellas, expresamos nuestra convicción profunda de que en la vida cristiana todo es don, pues es Dios el que nos regala, por medio de su Espíritu, el querer y el obrar y es Él quien nos alienta con su gracia en nuestro camino de fidelidad. “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” nos dice el salmo 126. San Pablo, por su parte, nos dice que en nuestra vida, “ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que da el incremento” (1 Cor 3,7). De ahí, la necesidad de la oración, tema central de las lecturas de este domingo.

En el Evangelio de san Lucas, el Señor nos ha invitado a “orar siempre sin desanimarse”, pues Dios no puede dejar de escuchar a sus hijos que le gritan día y noche. La lectura del Antiguo Testamento nos ha mostrado la oración insistente y perseverante de Moisés, que da la victoria al pueblo de Israel sobre los amalecitas. El fragmento de la carta de san Pablo a Timoteo nos ha dicho cuál debe ser el punto de partida de nuestra plegaria, la Escritura Santa, fuente primera, como nos dijo el Concilio Vaticano II, de nuestra oración y meditación.

Uno de los aspectos más genuinos de la enseñanza de Jesús, el primer orante, que sube al monte cada noche para estar a solas con su Padre, es la invitación a la oración constante, que es exigencia de nuestra condición de hijos, que reconocen la absolu­ta soberanía de Dios, confían en su amor y misericordia y tratan de ajustar constantemente su voluntad a la de Dios. En la oración diaria  sintonizamos con la sabiduría y la voluntad de Dios y, casi sin darnos cuenta, se produce en nosotros una especie de afinidad con la verdad de Dios, que es en definitiva la verdad más profunda sobre el hombre y el mundo. En la oración crece nuestra amistad e intimidad con el Señor, se graban en nosotros sus propios sentimientos y el Señor nos va modelando y robusteciendo nuestra unión e identificación con Él.

Santa Teresa de Jesús nos dice en el libro de la Vida, 8,2, que orar no es otra cosa “sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. Y en el Camino de perfección, 4,5, añade que “sin este cimiento fuerte [de la oración] todo edificio va falso”. Así es en realidad. Quiero añadir que sin el humus de la oración, todo en nuestra vida será agitación estéril. No habrá eficacia pastoral ni fecundidad apostólica, ni será posible vivir la fraternidad y el servicio a nuestros hermanos. La oración diaria nos refresca, nos reconstruye por dentro y facilita grandemente el cumplimiento de nuestras tareas y deberes. Cuando en nuestra vida hay oración verdadera, nos dice un gran maestro de oración del siglo XX, san Pedro Poveda, “no hay dificultad insuperable, ni hay problema insoluble, ni falta paz, ni deja de haber unión fraterna, ni se conoce la tristeza que aniquila, ni se siente cansancio en el trabajo; todo está en orden, hay tiempo para todo”.

Los cristianos, clérigos, laicos y consagrados, debemos ser hombres y mujeres de oración, convencidos de que el tiempo dedicado al encuentro íntimo con el Señor es siempre el mejor empleado, porque, además de ayudarnos en el plano personal, nos ayuda también en nuestro trabajo apostólico. Efectivamente, en la oración, en las cercanías de Jesús, en el encuentro diario con Él, descubriremos el gozo y el valor de vuestra propia vida. Ese es el lugar de la Iglesia y su principalísimo quehacer y ese es el lugar y el quehacer fundamental de todo cristiano consciente y comprometido. En las cercanías del Señor encontraremos la alegría, la fortaleza y la seguridad para vivir con gozo y con verdadero compromiso nuestras respectivas vocaciones.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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Vigilia de Adoración a Jesús Sacramentado

Mañana sábado, 15 de octubre, festividad litúrgica de Santa Teresa de Jesús, celebraremos Vigilia de Adoración a Jesús Sacramentado.

Para organizarla tendremos la reunión previa a las 19:30 horas en el locutorio de las monjas, junto al patio.

A las 20:00 horas celebraremos la Santa Misa, que será cantada por la Comunidad de Hermanas Pobres de Santa Clara. A su término, el sacerdote hará Exposición Mayor de Su Divina Majestad y se rezará la Estación a Jesús Sacramentado.

Posteriormente, se rezarán las Vísperas, la Oración de presentación de Adoradores y el Oficio de Lectura.

Tras un tiempo de silencio y reflexión personal, rezaremos la Oración del Papa para el Año Santo de la Misericordia y, seguidamente, el Santo Rosario y las Preces Expiatorias.

Terminadas las Preces Expiatorias, rezaremos Completas junto a la Comunidad de Hermanas Pobres de Santa Clara.

Alrededor de las 22:30 horas concluirá este culto con el Rito de despedida del Santísimo Sacramento.

NOTA.- Todos los adoradores y adoradoras deben portar la medalla y/o la insignia.
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La Estrella de la Ilsuión y los Reyes Magos de Alcalá de Guadaíra, Adoradores de Honor de Jesús Sacramentado

(Publicado el martes, 11 de octubre de 2016)

Como en años anteriores, la Franciscana Sección de Alcalá de Guadaíra de la Adoración Nocturna Española, celebró un íntimo y entrañable acto en el Monasterio de Santa Clara: la entrega de Diplomas de Adoradores Honoríficos a las personas que han encarnado durante este año 2016 a la Estrella de la Ilusión y a los Reyes Magos, personajes bíblicos que adoraron a Dios hecho Niño; el mismo al que los adoradores nocturnos adoran hecho Sacramento y Pan Eucarístico.

En efecto, en el transcurso de la Santa Misa, oficiada por el Rvdo. Sr. D. Rafael Calderón García, Arcipreste de la ciudad, se realizó esta entrega de diplomas que los acredita como adoradores de Honor de Jesús Sacramentado al haber encarnado a los personajes evangélicos que fueron los primeros adoradores: dejándolo todo corrieron a adorar al Niño Dios, que, aunque han pasado más de dos mil años, es el mismo que los adoradores actuales veneran en la custodia, bajo la apariencia del Pan, apariencia en la que quiso quedarse entre nosotros hasta la consumación de los tiempos.


El celebrante, que es Adorador Nocturno de la Sección Adoradora de Écija, desde que tenía 14 años, eligió para la ocasión la Liturgia de la Epifanía del Señor y en su homilía pidió que esta celebración no fuera un simple reconocimiento, sino un recordar qué es lo que nos enseñan los Magos de Oriente. Nos enseñan que eran gente de fe, creyente, con espíritu abierto a lo trascendente; sabios pero humildes, pues a pesar de su sabiduría se abandonaron en las manos de un misterio y fueron detrás de una Estrella al encuentro con Dios, pues tenían en sus corazones una necesidad grande de encontrarse con el Señor. Y precisamente si a esas características: fe, humildad, necesidad de encuentro, le añadimos un signo más, tenemos a un adorador. Para el Reverendo Rafael “Un adorador es aquel que cree profundamente en Dios, en Jesucristo, aquel que es humilde ante Dios absolutamente, que reconoce la grandeza de Dios en su vida. Aquel que tiene unas ganas inmensas de postrarse ante el Misterio de Dios que se hace hombre en la Eucaristía. Un adorador, es aquel que tiene capacidad, en definitiva, de hacer lo que hace esta Sección de Adoración Nocturna cada vez que adora al Señor. Aquello que hicieron los Reyes Magos al llegar a Belén: postrar sus corazones, ponerse de rodillas ante el Misterio y adorar no solamente con los labios, sino adorar con el corazón al único Dios verdadero, aquel que se reserva en el Sagrario y que aunque para nosotros sea un misterio, es el único, el cual merece que toda rodilla se doble”.

El celebrante pidió que la Estrella de la Ilusión y quienes encarnaron a los Reyes Magos en las pasadas Navidades no olvidaran que esto no fue simplemente un acto, un gesto social, sino que de verdad conforme y configure sus vidas, que sean gente creyente, que vivan su vida con fe desde la humildad y con ganas y necesidad de encontrarse con el Señor. Pues si seguimos el Manual del Adorador cuasiperfecto, seguramente, como los Magos de Oriente, encontrarán la paz y la felicidad. Por ello animó a todos los fieles asistentes a no olvidarnos de cultivar en nuestra vida el ser verdaderos adoradores, adorando a Dios, adorando a Jesucristo, pero también amando a nuestros prójimos.

Tras la Comunión, el Presidente de la Sección, Juan Jorge García, dedicó unas breves palabras a los Reyes Magos y Estrella, indicando también el sentido de la ceremonia, e invitándolos a que, al igual que el día 5 de enero adoraron la Imagen del Niño Jesús, ahora lo hagan ante la Real y Verdadera presencia de Jesucristo en las Sagradas Especies del Pan y del Vino. Finalizó encomendándolos a ellos y a sus familiares a la protección de la Madre de Jesús: la Santísima Virgen María, Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano, cotitular de la Antigua y Franciscana Sección alcalareña.

Seguidamente, el Vicepresidente, José Antonio López, fue dando lectura a los correspondientes diplomas, que se entregaron a los homenajeados de este año 2016: la señorita Lupe Rodríguez de Francisco, como Estrella; D. Manuel A. Seda Hermosín, como Rey Melchor, D. Adolfo Rosado Pedrero, como Rey Gaspar y D. Luis Fernández Rubio, como Rey Baltasar.





Tras la Bendición del Sacerdote, se rezó la Salve a Nuestra Señora Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano, que presidió el acto desde su altar en el lado del Evangelio.

No faltó la tradicional fotografía de grupo, tras la cual pasaron a firmar en el Libro de Honor de la Archicofradía Sacramental, dejando los cuatro unas bellas y sentidas palabras de recuerdo y agradecimiento a la Sección Adoradora, todo ello en presencia de las Hermanas Clarisas, que son también adoradoras de dicha Sección, de la que es presidente honorario el Emmo. y Rvdmo. Sr. Fray Carlos Amigo Vallejo, Cardenal Arzobispo Emérito de Sevilla.


Redacción: N.H.A.D. Francisco Burgos Becerra.
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Carta pastoral ‘Los otros nueve, ¿dónde están?

(Publicado el viernes, 7 de octubre de 2016)

Queridos hermanos y hermanas:

asenjo_oficial_2010_pmEl Evangelio de este domingo nos narra la curación de los diez leprosos en los compases finales de la vida pública de Jesús. De ellos, sólo uno vuelve a dar gracias a Jesús después de su curación. En esta, como en otras muchas ocasiones, en las que Jesús aparece curando a los enfermos, librando a los endemoniados o resucitando a los muertos, se nos muestra como una persona cercana a los dolores y sufrimientos de sus semejantes. No sólo se conmueve, sino que actúa eficazmente, en este caso, curando a los diez leprosos apenas conoce su situación.

Como a Jesús, también a nosotros nos salen al encuentro cada día muchos hermanos que sufren enfermedades físicas o psíquicas, hambre, soledad, paro, carencia de un hogar y tantas situaciones de sufrimiento que todos conocemos.

El Evangelio de este domingo nos dice que no basta la compasión. El ejemplo de Jesús nos pide no pasar de largo ante las necesidades de nuestro prójimo. La generosidad con los pobres, la disponibilidad para compartir nuestros bienes y brindar consuelo y esperanza a los que sufren, es algo exigido por nuestra común filiación: todos somos hijos de Dios y, en consecuencia, hermanos. Es algo exigido también por nuestra participación en la Eucaristía, sacramento de unidad y exigencia firmísima de fraternidad.

En la primera lectura de este domingo se narra la curación de la lepra de Naamán el sirio por el profeta Eliseo y, en el Evangelio, la curación de los diez leprosos por la palabra y el poder de Jesús. Cuando los Santos Padres interpretan estos pasajes, ven en ellos una alusión simbólica al pecado y al sacramento de la penitencia y nos vienen a decir que lo que la lepra es para el cuerpo, eso mismo es el pecado para el alma.

El pecado es siempre una ofensa a Dios, un envilecimiento propio y supone siempre una merma de la vitalidad y del dinamismo del Cuerpo Místico de Jesucristo. De ahí que tengamos que luchar contra el pecado y contra el oscurecimiento de los valores morales, que es uno de los dramas más grandes de nuestro tiempo.

En la curación de Naamán y de los diez leprosos, ven los Santos Padres el anuncio del sacramento de la penitencia, que Jesús instituirá después de su resurrección, un sacramento tan hermoso, como poco apreciado hoy por muchos cristianos.

Se ha dicho muchas veces en los últimos años que hoy los cristianos comulgan más, pero confiesan menos. Las razones de esta actitud son la pérdida de la conciencia de pecado, que lleva a muchas personas a decir que no se confiesan porque ellos no pecan. Otros afirman que no necesitan confesarse con el sacerdote porque se confiesan con Dios, actitud que es contraria a la voluntad de Jesús.

Las dos posturas son equivocadas. Todos efectivamente somos pecadores. Todos nos equivocamos muchas veces y todos tenemos que entonar cada día el “Yo pecador”. Y es verdad que es Dios quien perdona, porque Él es el ofendido. Por ello, es necesario el arrepentimiento y la contricción. Pero es necesario declarar nuestras faltas al sacerdote, porque ésta es la voluntad de Jesús, quien en la tarde de su resurrección dice a los Apóstoles: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdóneis los pecados, les quedan perdonados y a quienes se los retuviéreis le quedan retenidos”.

Las lecturas de este domingo nos invitan a valorar el sacramento del perdón, de la paz, de la alegría y del reencuentro con Dios. La confesión frecuente, bien preparada, con verdadero arrepentimiento de nuestras faltas, es un medio extraordinario para crecer en fidelidad al Señor.

Las lecturas de este domingo destacan además otro aspecto básico en nuestra vida cristiana: el agradecimiento a Dios, de quien hemos recibido todo lo que somos y tenemos y de quien recibimos cada día todos los dones naturales y sobrenaturales. El sirio Naamán da gracias a Eliseo y al Dios de Israel por su curación. En el Evangelio, Jesús contrapone la actitud de los nueve leprosos judíos, que se olvidan de darle gracias por su curación, y la actitud del samaritano, que “volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús dándole gracias”.

Dar gracias a Dios cada día debe ser una actitud elemental del cristiano, pues nada de lo que somos y tenemos es nuestro, sino que es pura gracia de Dios. Nuestra familia, nuestros amigos,, nuestros talentos y capacidades, el hecho de haber nacido en un país cristiano y en una familia cristiana, que a los pocos días de nuestro nacimiento pidió para nosotros a la Iglesia el bautismo, el hecho de perseverar en la fe y en la fidelidad al Señor, todo ello es puro don de Dios. Por ello, la expresión “gracias a Dios” debería estar siempre en nuestra boca, porque cada paso que damos en nuestra vida es con la ayuda de la gracia de Dios.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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Homilía ante la Coronación canónica de María Stima. de la Paz

(Publicado el lunes, 3 de octubre de 2016)

  1. asenjo_oficial_2010_pm“De pie, a tu derecha está la reina enjoyada con oro”. Con estas palabras del salmo 44 hemos respondido a la Palabra de Dios en esta Eucaristía solemnísima. Ellas resumen con mucha precisión el significado profundo de la ceremonia que en esta mañana nos congrega, la coronación canónica de Ntra. Sra. de la Paz, acontecimiento largamente soñado por la Real y Fervorosa Hermandad Sacramental del Señor San Sebastián y Nuestra Señora del Prado y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Victoria y María Santísima de la Paz. Por ello, es natural la alegría que percibo en vuestros rostros y el calor que adivino en vuestros corazones en esta mañana que quedará escrita con caracteres indelebles en la historia de vuestra corporación.
  1. La ceremonia de una coronación tiene un profundo significado espiritual. La Iglesia corona las imágenes más insignes de la Virgen porque después de su asunción, María fue coronada por la Santísima Trinidad como reina y señora de todo lo creado. Esta verdad, creída siempre en la Iglesia, hunde sus raíces en la Palabra de Dios. El libro de los Salmos anuncia proféticamente la entronización de María, enjoyada con oro, a la derecha de su Hijo en la gloria celestial (Sal 44,11). El Apocalipsis, por su parte, cierra sus alentadoras visiones dirigiendo nuestra mirada a María, la “mujer vestida de sol, con la luna por pedestal y coronada con doce estrellas” (Apoc 12,1).
  1. María es reina por ser la madre del que es “Rey de reyes y señor de los señores” (Apoc 19,16). María es reina por haber cooperado activamente con su Hijo en la obra saludable de nuestra redención, al aceptar el dolor y la muerte de su Hijo y ofrecerla al Padre por la salvación de toda la humanidad. Por ello, el Magisterio perenne de la Iglesia afirma de forma inequívoca que María, después de su asunción a los cielos fue coronada por su Hijo como reina del universo (LG 62).
  1. La coronación de María como reina del mundo, es para todos nosotros, la humanidad que gime en este valle de lágrimas, una clara invitación a la esperanza en medio de las vicisitudes de este mundo (LG 68). Ella, como primera redimida por el misterio pascual de su Hijo, nos ha precedido en el reino prometido a los que, como ella, hacen de su vida un sí a Dios. Allí reinaremos con Cristo y con María (Apoc 22,5); nos sentaremos sobre tronos (Lc 22,29-30) y recibiremos la corona de gloria que no se marchita (1 Pet 5,4). Este es el destino feliz que aguarda al Pueblo de Reyes que constituimos todos los bautizados.
  1. El misterio de la coronación de la Virgen nos desvela además la misión de María en la vida de la Iglesia y en nuestra propia vida. María es la mujer que hiere la cabeza de la serpiente en los umbrales de la historia y se nos muestra como garantía segura de victoria (Gén 3,15). María es la señal que da Dios al rey Acaz por medio de Isaías: una virgen dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Dios-con-nosotros (Is 7,13-15).
  1. María es la señal magnífica y deslumbrante que llena por entero la impresionante visión del capítulo 12 del Apocalipsis. En ella aparece un enorme dragón rojo, calificado como “la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero” (Ap 12,9), en lucha perpetua contra la humanidad. En el fragor de esta lucha se levanta el signo grandioso de la Virgen victoriosa sobre el gran dragón, que es entronizada como reina a la derecha de su Hijo. Con ello nos enseña san Juan que en la lucha espiritual entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entre el pecado y la gracia, es decisiva la ayuda de María a la Iglesia y a cada uno de los cristianos para lograr la victoria definitiva sobre el mal.
  1. La liturgia secular de la Iglesia la llama “puerta dichosa del cielo”. La llama también “estrella del mar”, porque nos guía hacia Cristo, puerto de salvación. Desde las alturas de Dios María contempla a sus hijos. Como madre solícita, vela por nosotros, sostiene nuestro esfuerzo y alienta nuestra fidelidad. Nos lo dice la Escritura Santa. Nos lo dice también la tradición cristiana, la enseñanza perenne de la Iglesia y el sentido de la fe de nuestro pueblo, que siempre se ha acogido bajo el amparo de aquella que es abogada nuestra, auxilio de los cristianos, socorro y medianera entre Dios y los hombres.
  1. Dentro de unos momentos, voy a tener el honor inmerecido de coronar a la Virgen de la Paz, titular de vuestra Hermandad. La coronamos con una joya material, la corona de siempre, enriquecida con piezas que han brindado algunos hermanos y que han engastado vuestros orfebres. La coronamos, sobre todo, en la intimidad de nuestros corazones como reina y señora de nuestras vidas. Cuando hace tres años recibía en el Arzobispado al Hermano Mayor y a los miembros de la Junta de Gobierno para solicitarme la coronación de vuestra titular, les pedí que el acontecimiento tuviera una tonalidad eminentemente pastoral y evangelizadora, y que no buscaran otras finalidades que no fueran la renovación profunda de la vida cristiana y el incremento del amor a la Virgen de sus devotos. Les pedí también que fuerais austeros en los gastos y que no os olvidarais de los pobres, con una  acción social realmente sólida, apreciable y consistente.
  1. Lo habéis cumplido con creces. Vuestra preparación de la coronación ha sido ejemplar, modélica diría yo para otras Hermandades. Ha sido una novedad la misión cofrade, que ha buscado la renovación de vuestra vida cristiana y de vuestro compromiso apostólico, con múltiples sesiones de formación. Vuestra Hermandad, que ya venía ayudando desde hace años de forma significativa al Centro de Orientación Familiar de san Sebastián, ha elegido como acción social, una aportación generosísima a la Fundación diocesana “Santa María Reina de la familia”, la institución que sustenta los COFs diocesanos, una obra pastoral y social de primera magnitud. Os felicito por todo ello y os lo agradezco de corazón.
  1. En aquella ocasión, os propuse un lema, que esta mañana vuelvo a reiteraros: “La Virgen de la Paz en el corazón”; ” La Virgen de la Paz en el corazón” de los miembros de su Hermandad y de todos sus devotos. Sí, queridos hermanos y hermanas, pongamos a la Virgen en el centro de nuestros corazones y de nuestras vidas. Caminemos con ella, poniéndola como estandarte de nuestra peregrinación en esta tierra. ¡Qué mejor compañía que la de María! Que a partir de hoy, con un gozo y un compromiso renovados, la Virgen de la Paz sea el centro de nuestros pensamientos, el norte de nuestros anhelos, el apoyo de nuestras luchas, el bálsamo de nuestros sufrimientos y la causa redoblada de nuestras alegrías.
  1. Con “La Virgen de la Paz en el corazón”, nuestra vida se convertirá en un camino de conversión y de gracia, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de fraternidad y servicio entregado a los pobres y a los que sufren, y en un manantial de misericordia, santidad, dinamismo apostólico y fidelidad a nuestra vocación cristiana, meta final del acontecimiento singular que en este mañana a todos nos llena de alegría.
  1. En esta mañana, en que la Virgen nos mira con especial ternura, nos dirigimos a ella y la invocamos. Le pedimos por la Iglesia. Le pedimos por la persona e intenciones del Papa. Le pedimos por la paz, la paz de las conciencias, la paz en las familias, la paz en el mundo, fruto de la justicia, que como afirmara el papa Francisco el pasado día 20 en Asís, es don de Dios, siendo tarea nuestra invocarla, acogerla y construirla cada día con su ayuda. Le pedimos por España, nuestra patria, en esta hora crucial, en la que no se adivina un horizonte claro en lontananza, para que nuestros representantes en las Cortes busquen con sincera generosidad y sin tardanza, por encima de otros intereses, el bien de los españoles. Le pedimos por nuestra Archidiócesis, por sus Obispos, sacerdotes, consagrados y laicos. Le pedimos por Sevilla y nuestras autoridades y que cuide de los pobres y de los que sufren. Queridos hermanos y hermanas: Ya termino. Con san Ambrosio de Milán os deseo que “Que en todos resida el alma de María”. Con san Bernardo de Claraval, os deseo que “María –santa María de la Paz- nunca se aparte de vuestro corazón”. Así sea.

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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Profesión Solemne

El próximo sábado, día 8 de octubre, tendrá lugar la Profesión Solemne de Sor Rosa María del Niño Jesús Mbiki Mbithuka, que es, por su condición de Clarisa, Adoradora Activa de esta Sección de Alcalá de Guadaíra, como todas las demás que forman la querida Comunidad de Hermanas Pobres de Santa Clara de nuestra ciudad.

La solemne ceremonia tendrá lugar a las 11:30 de la mañana y será oficiada por Su Eminencia Reverendísima el Sr. Cardenal Fray Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo Emérito de Sevilla, y Presidente de nuestra Sección Adoradora.
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