‘Ante la coronación canónica de la Virgen de la Salud’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

(Publicado el viernes, 29 de septiembre de 2017)

asenjo_oficial_2010_pmQueridos hermanos y hermanas:

Con mucho gusto dedico mi carta semanal a la coronación canónica de la venerable imagen de Ntra. Sra. de la Salud, titular de la  Hermandad de Ntro. Padre Jesús en su Soberano Poder ante Caifás y Ntra. Sra. de la Salud, que tiene su sede canónica en la parroquia de san Gonzalo de Sevilla, el sábado, día 14 de octubre, tendré el honor inmerecido de coronarla en nuestra Catedral.

Después de saludar a todos los miembros de la Hermandad, les recuerdo que la piedad popular ha meditado a lo largo de los siglos en el quinto misterio glorioso del Rosario “la coronación de la Virgen María como reina y señora de todo lo creado”. La carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae” de san Juan Pablo II nos introducía en su contemplación con estas palabras: “A esta gloria, que con la ascensión pone a Cristo a la derecha del Padre, es elevada Ella misma con su asunción a los cielos, anticipando así, por especialísimo privilegio, el destino reservado a todos los justos con la resurrección de la carne”.

 La contemplación de la coronación de María transporta nuestros corazones hacia las realidades celestiales, a las que todos estamos llamados. Ella, como primicia, participa en cuerpo y alma de la gloria de su Hijo. La Iglesia peregrina descubre en Ella su vocación más profunda, que no es otra que participar un día en el cielo de la Pascua de su Señor.

La coronación de María como reina y señora de cielos y tierra ha sido enseñada por la Iglesia como verdad que pertenece a la fe. La tradición ha interpretado siempre como referidas a la Virgen estas palabras del salmo 44: “De pie, a tu derecha, está la reina, enjoyada con oro”. El Apocalipsis, por su parte, nos presenta a María como la mujer “vestida de sol, la luna bajo sus pies, coronada con doce estrellas” (12,1). Ambos textos bíblicos tienen su reflejo en la iconografía mariana y constituyen el punto de partida del rito litúrgico de las coronaciones de aquellas imágenes de la Virgen que gozan de una extraordinaria veneración por parte de los fieles.

En el Nuevo Testamento la corona expresa la participación en la gloria de Cristo y es signo de santidad. San Pablo espera recibirla en el último día del Juez justo, junto “con todos aquellos que tienen amor a su venida” (2 Tim 4,8). Santiago nos habla de la “corona de la vida” que recibirán aquellos que perseveren firmes en la fe (Sant 1,12; Apoc 2,10). San Pedro nos asegura que es “la corona de gloria que no se marchita” (1 Ped 5,4); y, de nuevo, san Pablo la presenta como la “corona incorruptible” (1 Cor 9,25), sin parangón con la gloria efímera y los sucedáneos de felicidad de este mundo.

Dios quiera que la coronación de su titular sea para todos los miembros de la Hermandad un verdadero acontecimiento de gracia, que renueve su vida cristiana y que nos recuerde a todos que nuestra primera obligación como cristianos es aspirar a la santidad, cada uno según su propio estado y condición. María, coronada por Dios Padre en su asunción a los cielos, y por la Iglesia como fruto del amor y del cariño de sus hijos, es el modelo más acabado de colaboración con la gracia y de disponibilidad para acoger y secundar el plan de Dios. En eso consiste precisamente la santidad, a la que Ella nos alienta, y para lo contamos con su intercesión poderosa.

La coronación debe fortalecer además el compromiso evangelizador de los miembros de la Hermandad. La Virgen entregó al mundo al Salvador. Como ella, nosotros estamos obligados a anunciarlo y compartirlo con nuestros hermanos con el aliento de la que es Estrella de la Nueva Evangelización, como la llamara Juan Pablo II en La Rábida en 1993. Ella nos acompañará en esta tarea apremiante en nuestra Archidiócesis.

Termino mi carta felicitando de corazón y muy sinceramente a la Hermandad de san Gonzalo. Sé que la Junta de Gobierno ha preparado a conciencia este acontecimiento y no sólo desde el punto material y logístico. Así se lo encarecí al Hermano Mayor y su Junta de Gobierno en su visita hace dos años para solicitarme la coronación. Les pedí que tuviera una fuerte tonalidad espiritual y que relativizaran los oropeles. Me consta que han tenido un serio programa formativo. Ahora les pido que se sumen a la misión popular, que la parroquia inició hace meses, programada justamente con ocasión de la coronación. Sé también que están siendo austeros en los gastos y que, como acción social, quieren poner en marcha una iniciativa permamente de ayuda a los ancianos de la parroquia. Pido al Señor que les ayude a llevar acabo esos buenos propósitos y proyectos.

Para la Junta de Gobierno, para todos los cofrades, y para todos los devotos de la Virgen de la Salud, mi saludo fraterno y mi bendición.

 

 + Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

 

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‘Humildes y sencillos trabajadores de la viña del Señor’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

(Publicado el viernes, 22 de septiembre de 2017)

asenjo_oficial_2010_pm_webQueridos hermanos y hermanas:

A lo largo de este mes de septiembre, todos estamos iniciando de nuevo nuestras tareas. Los estudiantes vuelven al colegio o a la universidad. Las parroquias reemprenden sus actividades pastorales, la catequesis, la pastoral de enfermos, el servicio de Cáritas y tantos flancos importantes de la vida de una parroquia. Cada cual procura entregarse a su trabajo, sea el profesional, sean los diversos voluntariados y ministerios parroquiales. La parábola del evangelio de hoy nos habla de los trabajadores contratados para trabajar en la viña. Nos habla del trabajo y de la paga que todo trabajador tiene derecho a percibir. Al escuchar la parábola de este domingo no acabamos de entender cómo los que han trabajado menos horas en la viña, cobran lo mismo que los que han «aguantado el peso del día y el bochorno». Nuestro sentido de la justicia no entiende que, como concluye el evangelio de hoy, «los últimos sean los primeros y los primeros los últimos» (Mt 20,16).

Pero la enseñanza de Jesús en este domingo no es sobre la justicia retributiva, que nos inclina a dar a cada uno lo que le corresponde, sino sobre la bondad de Dios y la gratuidad de sus dones. La parábola de la viña y los trabajadores nos quiere enseñar que Dios es generoso y bueno con todos nosotros. Lo fue con el pueblo de Israel, que fue el que primeramente fue llamado para servir a Dios. Lo es con nosotros, los miembros de la Iglesia, el pueblo de la Nueva Alianza. Lo es con los que fuimos llamados a primera hora, porque recibimos el bautismo en la infancia; y lo es con aquellos que se convierten a la fe cristiana en la juventud, en la madurez o en el último tramo de su vida. A todos nos regala el Señor la gracia santificante, la filiación divina y la pertenencia a la Iglesia, que nos permite vivir nuestra fe y nuestros compromisos cristianos no a la intemperie, sino acompañados, sostenidos y arropados por una auténtica comunidad de hermanos. Dios no nos paga ni retribuye por nuestros méritos grandes o pequeños. Nadie puede decir que tiene derecho a la salvación, al cielo al que todos estamos convocados, porque tiene mucha fe y hace muchas obras buenas por el Reino de Dios.

En la vida cristiana todo es gracia, todo es don. La causa de la salvación eterna es el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado, de Cristo que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación (Rom 4,25). Esta afirmación no contradice aquello que dice el evangelio, que el reino de los cielos es para los que se esfuerzan. (Mt 11,12), pues como dice San Agustín: «El que te creó sin ti no te salvará sin ti». Esto quiere decir que la bondad de Dios quiere contar con nuestra colaboración, aunque sigue siendo muy cierto que, como nos dice san Pablo, Dios es el que nos  justifica y nos salva (Rom 8,33).

Ante la bondad, la generosidad y la misericordia sobresaliente de Dios nuestra actitud no puede ser la envidia o la protesta. Hemos de alegrarnos de que Dios ofrezca a todos con un corazón tan grande un puesto en el banquete de su Reino, ahora en la Iglesia y después en el cielo. Dios quiere salvarnos a todos. Por ello, nos está invitando a todas horas a trabajar en su Reino, en su Iglesia, que es el anticipo visible del Reino de los Cielos. Pero si alguno se obstina, y se va de la casa paterna, como el hijo pródigo, Él lo impulsa con su gracia para que vuelva y luego lo abraza con amor de Padre. Así es Dios. Esta es la imagen auténtica que nos ha revelado Jesucristo.

En este domingo, el Señor nos invita una vez más a trabajar en su viña. Aceptemos esa invitación sabiendo que Dios es bueno y que nos dará el premio prometido a sus servidores fieles y cumplidores, el cielo, a  donde Él ha ido a prepararnos un sitio (Jn 14,1-4). Trabajemos cada día por nuestra santificación, por ser fieles al Señor, por ser generosos con nuestros hermanos, especialmente con los más pobres y necesitados. Impliquémonos también en la vida de nuestra parroquia, en la catequesis, en la pastoral de la salud, en la pastoral litúrgica, en la Cáritas parroquial, y en tantos ministerios necesarios para que una parroquia pueda servir eficazmente a sus fieles. Nunca podremos decir que ya hemos trabajado lo suficiente. ¿Qué es lo suficiente? La gracia de Dios sí es suficiente, pero nuestra respuesta es casi siempre  escasa.

Repitiendo las palabras que encabezan esta carta, pronunciadas por el papa Benedicto XVI el día de su elección, Dios quiera que en el curso pastoral que ahora iniciamos todos seamos humildes y sencillos trabajadores de la viña del Señor.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

 

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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La Sección de Alcalá de Guadaíra de la Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento comienza el curso del CXV Aniversario de su fundación

(Publicado el jueves, 21 de septiembre de 2017)

La Antigua y Franciscana Sección de Alcalá de Guadaíra de la Venerable Archicofradía Sacramental de Adoración Nocturna Española ha celebrado en la Capilla del alcalareño Convento de Santa Clara, la Vigilia mensual de septiembre, con la que se da comienzo al curso en el que esta Sección Adoradora celebra el CXV (centésimo decimoquinto) Aniversario de su fundación.

En la Vigilia se siguió el esquema correspondiente al Domingo IV del Salterio. Ante Jesús Sacramentado dirigió las Preces Expiatorias y el rezo de Completas, y finalizó impartiendo la bendición con Su Divina Majestad, el Padre Juan Francisco Gutiérrez García, quien ha sido Adorador activo de esta Sección, donde comenzó como Tarsicio. En la actualidad el Padre Juan Francisco es párroco de las extremeñas Parroquias de Castañar de Ibor y Navalvillar de Ibor, ambas de la provincia de Cáceres.




Redacción y fotografías: N. H. A. D. Francisco Burgos Becerra.
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A la venta los décimos del Sorteo Extraordinario de Navidad de la Lotería Nacional

(Publicado el sábado, 16 de septiembre de 2017)

Como siempre, cada décimo se venderá a 23 €, de los cuales 3 € serán en concepto de colaboración con nuestra Sección de Adoración Nocturna.

Gracias a esta colaboración podemos llevar a cabo muchos de los actos que organizamos durante el año, entre otros fines, porque, con cada pequeña aportación, logramos hacer mucho.

Y además, siempre está la ilusionante posibilidad de que nos sonría la suerte y el número salga premiado, como ha sucedido en alguna ocasión.

Gracias a todos por vuestra colaboración.
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Vigilia de Adoración a Jesús Sacramentado

(Publicado el viernes, 15 de septiembre de 2017)

LA ANTIGUA Y FRANCISCANA SECCIÓN DE ALCALÁ DE GUADAÍRA
DE LA VENERABLE ARCHICOFRADÍA SACRAMENTAL DE LA
ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
establecida en la Iglesia del Convento de Santa Clara y de la que es Presidente Honorario el
Emmo. y Rvdmo. Sr. D. Carlos Amigo Vallejo, O. F. M. (q. D. g.),
Cardenal de la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat
(vulgo de Santa María de Montserrat de los Españoles) y Arzobispo Emérito de Sevilla,

celebrará
VIGILIA DE ADORACIÓN A JESÚS SACRAMENTADO

el próximo sábado, 16 de septiembre, a las 20:30 horas,
con el siguiente orden:

EXPOSICIÓN MAYOR DE SU DIVINA MAJESTAD
* * * * * * * * * *
VÍSPERAS, ORACIÓN DE PRESENTACIÓN DE ADORADORES,
INVITATORIO Y OFICIO DE LECTURA
(A partir de la página 171 del Manual de la Adoración Nocturna Española).
* * * * * * * * * *
SANTO ROSARIO
* * * * * * * * * *
PRECES EXPIATORIAS
(A partir de la página 449 del Manual de la Adoración Nocturna Española).
* * * * * * * * * *
COMPLETAS
(En separata).
* * * * * * * * * *
A las 22:30 horas,
RESERVA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
* * * * * * * * * *
La reunión para preparar la Vigilia será a las 20:00 horas en el locutorio de las Hermanas Pobres de Santa Clara, junto al patio interior anexo a la iglesia.

Los hermanos adoradores deberán portar sus distintivos y la medalla de la Sección.

Alcalá de Guadaíra, A. D. MMXVII.
A. M. D. G. et B. V. M.
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‘El Señor es compasivo y misericordioso’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla (TEXTO y AUDIO).

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‘En apoyo del Instituto Superior de Ciencias Religiosas’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

(Publicado el viernes, 8 de septiembre de 2017)

asenjo_oficial_2010_pmQueridos hermanos y hermanas:

Al comenzar un nuevo curso, dedico una de mis cartas dominicales del mes de septiembre al Instituto Superior de Ciencias Religiosas “San Isidoro y San Leandro”, que tantos frutos está rindiendo a nuestra Archidiócesis, convencido de que cada vez es más necesaria y apremiante una formación honda y sólida del laicado. El Concilio Vaticano II destacó sin ambages el papel fundamental que los laicos tienen en la vida de la Iglesia y su corresponsabilidad con el ministerio sacerdotal y los consagrados en  su  misión evangelizadora. La Nueva Evangelización reclama del cristiano seglar aunar formación teológica y una profunda vida espiritual, para que en el anuncio del Evangelio, como decía san Isidoro de Sevilla, se unan la doctrina y la vida, porque en expresión del santo Arzobispo sevillano, doctrina sine vita arrogantem reddit, vita sine doctrina inutilem facit, es decir, la ciencia sin vida le vuelve a uno arrogante, la vida sin ciencia torna a uno inútil. Esto quiere decir que el anuncio del Evangelio no es sólo la transmisión de una lección aprendida, sino de una experiencia de fe, donde quedan unidas todas las dimensiones de la persona.

Con esta finalidad creamos el Instituto Superior  de Ciencias Religiosas, que ciertamente tiene como prioridad la dimensión académica. Pero no se trata solo de que los alumnos sean peritos en teología, sino también de que crezcan como cristianos y que sus conocimientos tengan además una proyección pastoral y apostólica.

Consciente del mucho bien que el Instituto está haciendo al servicio de la formación de los laicos, la Archidiócesis seguirá apoyando a esta institución importante en la vida de nuestra Iglesia diocesana. Año a año se va incrementando su calidad académica y el número de alumnos. Hoy puede decirse que el Instituto está consolidado. Así lo ha reconocido la Santa Sede a  través de la Congregación para la Educación Católica, que en agosto de 2016 renovaba el decreto de erección por un nuevo quinquenio. Todo ello me ratifica en mi convicción de que en apenas cinco años se ha realizado un trabajo muy serio y consistente.

En consecuencia, invito a los laicos de nuestra Archidiócesis a buscar un hueco en sus ocupaciones para dedicarlo a su formación teológica y espiritual. Es un tiempo que nunca se pierde. Al contrario, es una riqueza y un tesoro. Les invito además a que se acerquen al Instituto para conocer su rica y abundante oferta formativa. Es cierto que somos uno de los Institutos de España con mayor número de alumnos, pero dado el esfuerzo económico que está haciendo la Archidiócesis y el gran número de profesores y personas que se están implicando en este proyecto, el número de alumnos tendría que ser aún mayor. Recordando mis veintitrés años de profesor de eclesiología, estimo que no es lo mismo dar clase a veinte o treinta alumnos, que a una grupo menos numeroso. El número de alumnos, creedme, es un estímulo para el profesor.

Pero no solo la cantidad es importante. Es también imprescindible un alumnado interesado, atento y laborioso, que obligue al profesor a prepararse las lecciones, a profundizar en su materia y a estar siempre actualizado. Un alumnado serio y exigente en su formación es la fuerza fundamental que impulsará a nuestro Instituto a seguir creciendo. Los alumnos no son un grupo pasivo, que acude a las aulas a recibir simplemente unas clases, sino una realidad activa, que con su exigencia y deseo de formación es vital para que el Instituto siga creciendo en calidad docente e investigadora. Os reitero, pues, la invitación  a que os planteéis la necesidad de reservar en vuestras agendas del curso 2017-2018 un espacio para vuestra formación cristiana.

A petición de la dirección del Instituto, os recuerdo que para matricularse como alumno ordinario y acceder a la titulación oficial de bachillerato y licenciatura en Ciencias Religiosas es necesario poseer los estudios exigidos para acceder a la Universidad. Los alumnos que no puedan o no quieran acceder a dicha titulación pueden matricularse como oyentes, sin necesidad de rendir exámenes. Además siempre es posible matricularse en asignaturas sueltas. También es posible matricularse en cualquiera de las Escuelas Diocesanas de Catequesis, Liturgia, Hermandades y Cofradías, Cáritas, Medios de Comunicación y Familia y Vida, en las que no se exigen estudios previos. Me pide también la dirección que recuerde que durante el mes de septiembre estará abierto el plazo de matrícula y que la información necesaria se encuentra en los folletos explicativos del Instituto y en página web.

Concluyo agradeciendo el compromiso y el magnífico trabajo del director, don Antonio Bueno, de la secretaria, profesores, las distintas Delegaciones diocesanas y colaboradores. Manifiesto mi gratitud también a los alumnos por la confianza que nos han demostrado.

Encomiendo a la Santísima Virgen y a los santos Isidoro y Leandro los trabajos y frutos que cabe esperar de esta importante obra de nuestra Iglesia diocesana.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

 

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Carta del Arzobispo a los sacerdotes y diáconos de nuestra Archidiócesis

(Publicado el martes, 5 de septiembre de 2017)

Queridos hermanos y amigos:

asenjo_oficial_2010_pmComienzo esta carta agradeciendo vuestro interés, vuestras llamadas y  mensajes y, sobre todo, vuestras oraciones, con ocasión de mis dos recientes hospitalizaciones, en la primera semana de mayo y en la segunda de julio. Gracias a Dios, estoy muy bien. He estado unos días en Sigüenza y he descansado. En estos días recibiréis el folleto de las Orientaciones Pastorales para el curso 2017-2018. Allí se señalan las tareas, acentos y prioridades para la nueva etapa pastoral que estamos a punto de iniciar. El texto que ahora os envío es de carácter distinto. Quiere ser una carta personal a todos y cada uno sobre nuestra fidelidad al Señor y nuestra vida interior, que es lo que confiere autenticidad y verdad a nuestro ministerio y da alas a nuestra caridad pastoral. Cuanto digo a los sacerdotes, proporcionalmente está dirigido también a los diáconos.

Tanto un servidor como don Santiago os recordamos en nuestra oración y damos gracias a Dios por todos vosotros: por el don de vuestra vocación, que es regalo del Señor, por el servicio magnífico que prestáis a la Iglesia, y por vuestra fidelidad, una fidelidad que manifestáis a diario con el testimonio de vuestra vida y con la dedicación entusiasta al anuncio del Evangelio, a la edificación de la Iglesia, en la administración de los sacramentos y en el  servicio permanente a vuestros fieles. Damos gracias al Señor, porque seguís con la mano puesta en el arado, a pesar de la dureza de la tierra y de la inclemencia de los tiempos.

No pretendo daros una lección sobre teología del sacerdocio. Os remito simplemente a la rica doctrina sobre nuestro ministerio que nos ofrecen el Concilio Vaticano II, el Magisterio Pontificio y los documentos de nuestra Conferencia Episcopal, que todos tenéis a vuestro alcance. Os invitamos a leerlos y meditarlos de nuevo. Sí quiero recordaros que nuestra vida y ministerio se fundamentan en nuestra relación personal e íntima con el Señor, que nos ha hecho partícipes de su sacerdocio. La iniciativa partió de Él. Fue Jesús quien nos eligió como amigos y es en clave de amistad como se entiende nuestra vocación. Él llamó a los apóstoles para estar con Él y enviarlos a predicar (Mc 3,14). Lo primero fue estar con Él, convivir con Él, para conocerle íntimamente, no de oídas.

curasEn la noche de la Cena nos llamó amigos: Vosotros sois mis amigos (Jn 15, 14-16). Vivir con entusiasmo y alegría la amistad con Jesús es una experiencia generadora de vida y de vida abundante (Cfr. Jn 10,10). El trato, el conocimiento y el amor, fruto de la amistad, nos hacen testigos. Con la fuerza del Espíritu Santo, después de Pentecostés, los apóstoles se presentan ante el pueblo afirmando: Nosotros somos testigos (Hch 3,15). Nuestro mundo necesita, hoy como ayer, que los sacerdotes salgamos a su encuentro diciendo somos testigos, os anunciamos lo que hemos visto y oído (1 Jn 1,3). La raíz fecunda de este anuncio está en la intimidad con Jesús. Nos lo dijo el beato Pablo VI en la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi: El mundo exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente, como si estuvieran viendo al Invisible (EN 76). Nos lo ha dicho también el papa Francisco en la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo de este año: los sacerdotes y los obispos somos apóstoles en camino, que confesamos a Jesús con la vida porque lo llevamos en el corazón.

En los inicios de un nuevo curso pastoral, utilizando palabras del papa Benedicto XVI, en la carta de convocatoria del Año Sacerdotal en junio de 2009, os invito a perseverar en nuestra vocación de amigos de Cristo, llamados personalmente, elegidos y enviados por Él. Os invito también a fortalecer la amistad con el Amigo y a renovar cada día el carisma recibido por la efusión del Espíritu y la imposición de manos del obispo. Ello no será posible si no subimos cada día, como Jesús, al monte de la oración. Sólo así crecerá cada día nuestra caridad pastoral y desempeñaremos dignamente nuestra tarea apostólica. Sólo así podremos llevar a Cristo y su Evangelio a los hombres y mujeres de hoy. La oración es tarea prioritaria en nuestro ministerio. Nos lo ha dicho también en la citada homilía el papa Francisco: La oración es la fuerza que nos une y nos sostiene, es el remedio contra el aislamiento y la autosuficiencia que llevan a la muerte espiritual… el Espíritu de vida no sopla si no se ora.

CHARLA FORMATIVA EN LA UNIVERSIDAD DE CURASPorque la oración y la vida interior deben ser una prioridad en nuestra vida sacerdotal, os pido que al mismo tiempo que planificáis previsoramente vuestras actividades pastorales, tratéis también de rehacer vuestro plan de vida personal, poniendo en vuestra agenda los medios y tiempos que necesitamos para mantener vivo el amor al Señor y el celo apostólico: los tiempos de oración personal, la adoración del Santísimo, el rezo del Oficio, la celebración diaria de la Eucaristía, la recepción frecuente del sacramento de la reconciliación, la lectura espiritual, el examen diario de conciencia, el rezo del Santo Rosario cada día, la dirección espiritual, el retiro mensual y los Ejercicios espirituales anuales. Como novedad, os anuncio que en este año tendremos en Sevilla dos convocatorias del curso Discípulos y Apóstoles, a cargo de la Comisión Episcopal para el Clero y su Secretariado, que tan buenos frutos ha producido en otras Diócesis. La Delegación diocesana para el Clero os informará oportunamente. Aprovechad esta oportunidad que tanto bien nos puede hacer.

Nada de ello será tiempo perdido o restado al trabajo pastoral, sino muy al contrario, será manantial de coraje y alegría para afrontar sin desánimo la dureza del camino en los tiempos no fáciles que nos ha tocado vivir. Subrayo la dimensión espiritual de nuestras reuniones arciprestales, que no deben quedarse en la mera convivencia fraterna y en la planificación pastoral, puesto que deben incluir también espacios para la oración y la formación. Encomiendo estos acentos a los vicarios episcopales y a los arciprestes. A todos ellos encarezco que acompañen cercanamente a los sacerdotes de su demarcación, especialmente a los que se viven ajenos al presbiterio, que no participan nunca en nuestras convocatorias sacerdotales, que están aislados o problematizados.

La tarea del pastor es cuidar, guiar, alimentar, reunir y buscar. El papa Francisco nos ha dicho muchas veces que buscar es hoy especialmente necesario. El Señor vino desde el seno del Padre a buscar a la humanidad alejada de Dios y necesitada de redención. Él es el Buen Pastor, que busca a la oveja perdida para ofrecerle el amor de Dios (Jn 10,1-18). Un ámbito privilegiado en el que experimentamos su amor misericordioso es la recepción y administración del sacramento del perdón. Permitidme que me refiera una vez más a este sacramento, que los sacerdotes hemos de recibir frecuentemente, experimentando en nosotros el perdón y la misericordia de Dios que nos renuevan. El papa san Juan Pablo II, en su última visita a su Polonia natal, afirmó que fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para la humanidad. Por la misma razón, no debemos regatear esfuerzos para mostrarnos disponibles para ofrecer a nuestros fieles el sacramento del perdón. Es un deber de justicia. Escatimar nuestra entrega ilusionada y paciente a este hermosísimo sacramento, siguiendo el pensamiento de san Juan Pablo II, es restarle futuro al mundo. No olvidemos que los sacerdotes somos iconos del Padre misericordioso.

Jesús es el Buen Samaritano de la humanidad, que se apea de su cabalgadura, se arrodilla ante el hombre apaleado por unos bandidos, lo cura con aceite y vino, lo venda, lo levanta y lo lleva a la posada para que lo cuiden (Lc 10,25-37). Jesús buscó a los de Emaús en la tarde de Pascua (Lc 24,13-25), y hoy sigue saliendo a buscar a tantos hermanos nuestros alejados de la casa paterna y de la gracia de la filiación. Buscar es tarea del sacerdote consciente y enamorado del Señor y de su preciosa vocación. Nuestras comunidades decrecen. Las palabras de Jesús tengo también otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz… (Jn 10,16), deben resonar cada día en nuestro corazón.

el-papa-de-espaldas-con-plaza-san-pedroEl papa Francisco nos ha urgido a ser una Iglesia en salida, una Iglesia misionera, a salir sin miedo, porque son incontables los que no están, los que no participan en el banquete de su Reino, los que desconocen que Dios es un Padre bueno, que nos ama entrañablemente y que quiere hacernos miembros de su familia. Esta invitación del Papa es, sin duda, una interpelación y un revulsivo para nuestra vida sacerdotal, en la que tal vez algunos de nosotros podemos sentir la tentación de vivir demasiado instalados y acomodados, con poco dinamismo y tensión apostólica. Es una llamada a despertar, a superar la tentación del conformismo, la tibieza, la dispersión o el sedentarismo, que algunos podemos sentir, pues en nuestro ministerio apostólico no tenemos tiempo que perder, porque la evangelización y el anuncio de Jesucristo no admite dilaciones ni esperas. En esta tarea, en campo abierto, hemos de contar con los carismas de la vida consagrada, dando su lugar también a los laicos, viviendo, en consecuencia, una autentica espiritualidad de comunión, que nos urge, en primer lugar, en el interior de nuestro presbiterio. En él hemos de vivir una verdadera fraternidad sacramental, afectiva y efectiva. .

Queridos hermanos sacerdotes: antes de concluir quiero deciros que el testimonio de vuestra vida entregada es motivo de alegría y esperanza para nuestra Archidiócesis. Sois importantes no sólo por lo que hacéis, sino, sobre todo, por lo que sois. El santo Cura de Ars solía repetir muchas veces que un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina. Pido al Señor que nuestras comunidades os acompañen y os arropen, que den gracias al Señor por tener un sacerdote bueno y celoso, y que admiren y reconozcan con gratitud vuestro trabajo pastoral y vuestra entrega, la entrega admirable también de los sacerdotes ancianos y enfermos, que ahora sirven a nuestra Archidiócesis de forma distinta, pero verdaderamente fecunda para quienes creemos en la Comunión de los Santos,  con la oración y el ofrecimiento al Señor de sus achaques y sufrimientos.

retiro_sacerdotes_webAl mismo tiempo que pido a los seglares que leerán esta carta, que recen por nosotros, por los sacerdotes y los obispos, para que seamos siempre generosos y entregados, encomiendo al Señor vuestra fidelidad y perseverancia, porque la fidelidad es el amor que resiste el desgaste del tiempo. Os encomiendo a san Juan de Ávila, patrono del clero secular español, al santo obispo sevillano san Manuel González García, al beato Marcelo Spinola, arzobispo de Sevilla, y al santo Cura de Ars, san Juan María Vianney, patrono de los párrocos. En ellos tenemos todos un espejo en el que mirarnos. Os confío especialmente a la Virgen Santísima en su título de los Reyes, patrona de la archidiócesis. Os invito a entonar como Ella, con humildad y con alegría, nuestro propio Magnificat, agradeciendo al Señor el don inconmensurable de nuestro sacerdocio.  El Señor nos la entregó como madre, cuando en el Calvario dice al discípulo amado: Ahí tienes a tu Madre (Jn 19,27). Y desde aquella hora, Juan la recibió en su casa (Jn 19,27). Como Juan, cada sacerdote ha de recibir en su casa, es decir en su corazón, a la Santísima Virgen, madre por un título especial de los sacerdotes, hermanos de su Hijo, que comparten con Él su único sacerdocio. A Ella os encomiendo en los inicios de un nuevo curso pastoral. Que Ella apoye y acompañe nuestro ministerio y custodie con su amor nuestra fidelidad.

Para todos, mi abrazo fraterno y mi bendición.

 

Sevilla, 8 de septiembre de 2017, fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen.

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

 

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‘Iniciamos el curso pastoral de la mano de la Santísima Virgen’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

(Publicado el viernes, 1 de septiembre de 2017)

asenjo_oficial_2010_pmQueridos hermanos y hermanas:

Comenzamos el curso pastoral 2017-2018 de la mano de la Virgen, cuya natividad celebraremos el próximo viernes. Coincide con las fiestas mayores de tantas ciudades y villas de nuestra Archidiócesis, en las que la Madre de Dios es honrada con los más diversos y hermosos títulos. No podíamos comenzar mejor nuestras actividades pastorales que bajo la protección de la Virgen.

La fiesta de la natividad de la Santísima Virgen es muy distinta de las fiestas de los santos. De ellos no celebramos su nacimiento, sino su muerte, su nacimiento para el Cielo. La razón es que todo hombre o mujer que viene a este mundo nace lastrado por el pecado original. Por ello, la Iglesia sólo celebra el nacimiento del Señor, el de Juan el Bautista, santificado en el vientre de su madre en la visita de María a Isabel, y el nacimiento de la Virgen, concebida sin pecado.

Celebramos la natividad de María cuando nuestros agricultores han recogido  el fruto de sus sudores, y cuando el tiempo, después de los rigores estivales, se torna más suave. Estas dos circunstancias nos ayudan a comprender dos aspectos que constituyen la entraña de esta fiesta: el inicio de la “plenitud de los tiempos” (Gál 4,4); y el alivio benéfico que aporta a la humanidad el nacimiento de María.

Con la natividad de Maria se inicia el Nuevo Testamento, los tiempos nuevos anunciados por los profetas, de los que nos hablan los textos litúrgicos de esta fiesta, coloreados por dos temas dominantes: la luz y la alegría. Efectivamente, como nos dicen los Padres de la Iglesia, María es el lucero que precede al Salvador, la aurora que disipa las tinieblas de la noche y que nos entrega a Cristo, luz del mundo, la luz que recibimos el día de nuestro bautismo y que estamos llamados a poner sobre el candelero para que a todos nos alumbre. En los últimos años, ha crecido loablemente en la Iglesia la sensibilidad ante la pobreza y los sufrimientos de nuestros hermanos, pero probablemente ha decrecido el número de cristianos que dedican sus energías a combatir la mayor de las pobrezas, la de tantos huérfanos de filiación que no saben que tienen un Padre bueno que les ama entrañablemente y que, en consecuencia, viven en el pozo sin fondo del consumismo materialista, que no sacia las ansias de felicidad del corazón humano.

Queridos hermanos y hermanas: no ocultéis la luz de vuestra fe debajo del celemín por miedo, por pusilanimidad o por intereses humanos poco confesables. Anunciad a Jesucristo con valentía, con audacia y sin complejos. Que la Santísima Virgen, aurora que precede al Salvador, nos ayude a todos a ser portadores de luz, lámparas vivientes en nuestras obras, en nuestras vidas, en nuestras profesiones y en nuestra familia.

Los textos de la liturgia de esta fiesta insisten también en la alegría. En las últimas décadas es evidente el oscurecimiento de la esperanza y la alegría en Occidente como consecuencia del fracaso de las grandes utopías que prometían la felicidad, y como fruto también de la secularización de la sociedad, pues como afirmara Benedicto XVI, “el hombre necesita a Dios; de lo contrario queda sin esperanza” (SS 23). Tampoco los cristianos estamos sobrados de alegría y esperanza, algo que es más notorio en esta hora difícil,  cuando sentimos con tanta intensidad el peso del laicismo militante, el peso y la angustia de una cultura pagana, que proclama sus dogmas con tanta agresividad, seguridad y arrogancia. En este contexto, al que se suman también las carencias y penurias de tantos hermanos en  nuestros barrios periféricos, podría parecer que el derrotismo, la tristeza y la añoranza de otros tiempos es la actitud más realista y coherente.

La fiesta de la Natividad de María nos invita a vivir la virtud de la esperanza, una esperanza penetrada de optimismo sobrenatural y de confianza en las promesas de Dios, que guía indefectiblemente a su Iglesia y que de los males saca bienes. La fiesta del nacimiento de la Virgen, la cantora de Dios, la mujer que se alegra en Dios su salvador porque ha hecho maravillas, nos invita a vivir la alegría sobrenatural, que es don del Espíritu y que se fragua en la oración serena, en la experiencia profunda de Dios y en el encuentro diario con Él. Es la alegría de los pastores que después de encontrarse con el Señor vuelven a Belén muy alegres alabando a Dios; es la alegría de los magos, que retornan a su país muy contentos; la alegría de Zaqueo o de la samaritana refiriendo a sus paisanos su encuentro con el Señor. El mundo de hoy necesita más que nunca del testimonio cotidiano de almas sencillas, que comuniquen a los hombres la alegría de la salvación, la alegría de sentirnos amados por Dios nuestro Padre.

Deseándoos una feliz celebración de la natividad de María, recibid mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

 

 

 

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Tema de reflexión para el mes de septiembre

LA IGLESIA (IX)

A la hora de ir desgranando, bajo forma de meditaciones, el Misterio de la Iglesia desde una perspectiva eucarística, no podía faltar una consideración sobre la relación de la Santísima Virgen María con la Iglesia tal y como nos la muestra la Liturgia y nos hace apreciarla la espiritualidad eucarística.

María antes de contar con una fiesta litúrgica propia está presente en la profesión de fe de los cristianos (íntimamente ligada al Bautismo) y en las Plegarias Eucarísticas (pieza clave de la celebración eucarística). Si los símbolos de fe la vinculan sobre todo al misterio de la Encarnación del verbo, haciendo de su maternidad virginal un signo de la verdadera humanidad y divinidad de su Hijo; las Plegarias Eucarísticas la sitúan en el contexto de la mediación y alabanza eclesiales, tras la invocación del Espíritu Santo sobre los celebrantes (2ª epíclesis).


Lugar de María en la Iglesia

María no pertenece a la jerarquía ministerial de la Iglesia, ella es Madre, no vicaria ni apóstol. En cuanto Madre está por encima de tales autoridades, en cuanto discípula se somete a ellas. Como su Hijo la estuvo sujeto, y mientras, ella siguió siendo fidelísima servidora de Dios siempre pronta a la escucha de su palabra.

Queda claro que, por su íntima unión con el Misterio del Redentor, participa de las “paradojas” que éste suscita. San Agustín bien destacaba que ella, siendo miembro de la Iglesia de su Hijo, es menos que la Iglesia, que la incluye a ella y a nosotros. Pero, a su vez, ella, en cuanto Madre, está por encima de la Iglesia y es su modelo por antonomasia.

Al encarnarse en ella el Verbo, ella es constituida Madre, Madre de Dios y Madre nuestra. Por su actitud permanente de escucha obediente y amorosa de la Palabra de Dios, es miembro supereminente de la Iglesia. Su modo de ser Discípula de su Hijo es ser Madre nuestra. Causa ejemplar de toda la Iglesia, santificada por el Espíritu y reflejo fiel de su Hijo. Como enseñaba san Agustín Obispo, “para vosotros soy Obispo, con vosotros soy cristiano”. De María podemos decir que, para nosotros es Madre, con nosotros es discípula.


María, modelo de participación en la Liturgia

San Juan Pablo II, puede ser que influido por los principios del profesor Jesús Castellano , carmelita descalzo, dedicó a María un capítulo en su “Ecclesia de Eucharistia”. Allí María, con su actitud definitoria, de escucha obediente de la palabra de Dios, se ofrece como maestra de participación fructuosa de la Liturgia.

Con su ciclo de celebraciones propias, en torno al año litúrgico, aparece como “eco” de su Hijo. Una constante ayuda para cuántos meditando sus celebraciones y descubriendo la íntima conexión entre sus dogmas, están persuadidos de que con ella y como ella podemos ser madre, hermano, hermana de Jesús.

La participación en el Misterio no es para ella causa de vanagloria ni provoca su engolamiento. Ella sigue pequeña y humilde servidora del Señor en la sencillez de su vida doméstica, llena de amor, y rumiando las cosas de su hijo en su retiro y soledad. ¡Quién mejor que ella para definir lo que ha de ser saborear en el corazón las palabras y gestos de Jesús! Que si como “Virgen del Magnificat” es modelo de proclamación de la Palabra y de alabanza a Dios, como “Virgen que guarda las cosas de su Hijo” es ejemplo de adoración y contemplación.


La Iglesia Virgen y Madre

En María la Iglesia aprende que forma parte de su naturaleza propia la feminidad. Si la imagen y semejanza del Creador está en la unión del hombre y de la mujer, lo femenino es esencial para tener una visión completa de Dios. Lo femenino no puede estar ausente de la realidad eclesial. 

La promoción y correcta ubicación de la mujer en la Iglesia no depende tanto del hecho de que halla o no “sacerdotisas, ni de la reivindicación de “cuotas de poder femenino” (paridad). Lo verdaderamente importante es que se valore la aportación de la mujer entre los discípulos. Que se reconozca la necesidad de las mujeres para desarrollar los planes de Dios. La promoción de la mujer está en mirar como ejemplo de conducta a María, admirar y acoger el testimonio de María, aceptar la santidad de tantas hermanas nuestras, que llenan el calendario cristiano.


Preguntas para el diálogo y la meditación
  1. ¿Qué papel tiene María en mi vida eclesial? ¿puramente devocional o impregnado de de sentido sacramental? 
  2. ¿He orado alguna vez con el texto de las Plegarias Eucarísticas? ¿Qué significa para mi la mediación maternal de María?. 
  3. Para reforzar mi unión con la Iglesia ¿me dejo modelar conforme al modelo de Cristo? ¿Aprendo con María a seguir a Cristo en su Iglesia, mediante la oración y la adoración?
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