El Convento de Santa Clara participará en la XXI Exposición de Dulces de los Conventos de Sevilla

(Publicado el domingo, 29 de noviembre de 2015)

El sábado 5 de diciembre abrirá sus puertas en el Real Alcázar la XXI Exposición de Dulces de los Conventos de Sevilla, una cita clásica para sevillanos y turistas en el puente de la Inmaculada, en la que participarán 21 monasterios, ocho de la capital y 13 de la provincia. La muestra que estará abierta hasta el día 7, de diez de la mañana a siete de la tarde, estará instalada en el Palacio Gótico del Alcázar, con entrada por el Patio de Banderas.

La Exposición reúne en una única sala los exquisitos dulces de monasterios muy distantes, elaborados artesanalmente con ingredientes naturales y de primerísima calidad. Algunos tienen recetas de siglos y otros son producto de la innovación. Para las religiosas supone, en la mayoría de los casos, la venta más importante del año que les ayuda a afrontar su gasto más elevado, el de la conservación de los monasterios.


LOS ANTIGUOS DULCES

Uno de los conventos que participa en la muestra es el de Santa Clara de Alcalá de Guadaíra, cuyo obrador puede compararse al de una confitería de categoría con unas cincuenta especialidades, entre ellas los suspiros y los gañotes, considerados los más antiguos.

Los suspiros, una especie de merengue, ya no los elaboran porque «el azúcar no viene bien y no salen igual». Los gañotes se realizan por encargo y no tienen nada que ver con los tradicionales andaluces, fritos y con miel. Solo con yema y harina se hace una masa finísima con la que se envuelven unos moldes 10 centímetros de largo. Se fríen y se pasan por almíbar y azúcar glas. Quedan al final como un barquillo y son muy frágiles.

Este convento participó en la Exposición de Dulces desde su inicio pero dejó de acudir a ella unos años ya que tenía muchos encargos. En 2009 debido a la crisis volvieron a la muestra y este año las monjas están muy esperanzadas en las ventas ya que con ellas intentarán cubrir el gasto excesivo en rejas y alarmas que han realizado para evitar los robos, porque les han entrado al convento en cinco ocasiones meses atrás.


UN CATÁLOGO DELICIOSO

A la Exposición enviarán torteras de polvorón, con receta muy antigua; yemas de Santa Clara, pastel de chocolate, corazones de almendra, tronquitos de chocolate, bizcochitos rellenos de yema, bocaditos yema-almendra, panallets de piñones, lunitas de almendra, mantecados de hoja, cordiales, almendrados de chocolate, yemas de almendras, delicias, con mazapán y fruta escarchada y tortas de Alcalá, superfinas y deliciosas.

En el torno venden todos el año pastas de almendra, pastas de chocolate, bizcochitos rellenos, roscos de piñonate, pastel artesano, panallets de café y de fresa, mazapán relleno, figuritas de mazapán, tortera de almendra, polvorones, bizcochadas, huesos de santo, palmeras de huevo y chocolate y tejas de almendra. Por encargo hacen merengues, tartas con y sin azúcar, rosco de reyes, racimo de uvas relleno, magdalenas y troncos de Navidad, así como empanadas de atún, chorizo, carne y de cualquier otro ingrediente. Y en Semana Santa hacen también muchos dulces típicos.



Fotografía: NHA D. Juan Escamilla Martín.
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Carta Pastoral del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo

BENDITA SEA LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Queridos hermanos y hermanas:

Con estas palabras inician la sabatina muchas iglesias de la Archidiócesis. Con ellas inicio yo esta carta semanal en este domingo en el que iniciamos nuestro camino de Adviento de la mano de la Virgen Inmaculada. Estamos comenzando su novena, que nuestra Archidiócesis celebra con grandísimo esplendor, teniendo como centro el dogma definido por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 al proclamar solemnemente que la Santísima Virgen, “fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano”.

La Concepción Inmaculada de María es obra de la Santísima Trinidad Santa. Ante el extravío de los hombres, alejados de Dios por el pecado, en la plenitud de los tiempos, el Hijo unigénito de Dios se ofrece al Padre para venir al mundo y llevar a cabo la obra saludable de nuestra salvación. Dios Padre prepara una madre para su Hijo, que se encarna por obra del Espíritu Santo para nuestra salvación. Y elige una madre santa, pura y limpia, no manchada por el pecado original e inmune de pecados personales.

La Concepción Inmaculada de María deriva de su maternidad divina. Por ser Dios, Jesús pudo dibujar el retrato físico y espiritual de su madre y, en consecuencia, pudo hacerla santa, hermosa y “llena de gracia” (Lc 1,18). Este privilegio singular es el primer fruto de su muerte redentora. Mientras los demás hombres y mujeres somos limpiados del pecado original en el bautismo por el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado, María es preservada del pecado aplicándosele anticipadamente los méritos de su sacrificio redentor. Por ello, posee la plenitud de gracia y no hay en ella el menor atisbo de pecados personales. Aquí se fundamentan los demás privilegios marianos, entre ellos su Asunción en cuerpo y alma a los cielos.

El sentido de la fe del pueblo cristiano, ya en los primeros siglos de la Iglesia, percibe a la Santísima Virgen como “la Purísima”, “la sin pecado”, convicción que se traslada a la liturgia y a las enseñanzas de los Padres y de los teólogos. En el camino hacia la definición, pocas naciones han contraído tantos méritos como España. En siglo XVI son muchas las instituciones, que hacen suyo el “voto de la Inmaculada”. Universidades, gremios y cabildos e incluso ayuntamientos juran solemnemente defender “hasta el derramamiento de su sangre” los privilegios marianos, especialmente el de la Inmaculada Concepción.

La conciencia de que María fue concebida sin pecado crece en la época barroca, en la pluma de nuestros más eximios poetas, en los lienzos de nuestros más inspirados pintores, en las tallas de nuestros más esclarecidos escultores e imagineros y, sobre todo, en la devoción de nuestro pueblo. Por ello, no es extraño que en España se viviera con singular regocijo y alegría la definición dogmática por el papa Pío IX. Destaca entre las diversas regiones Andalucía, la “tierra de María Santísima”.

Nuestra archidiócesis no queda a la zaga en la defensa del privilegio de la Concepción Inmaculada de María. A partir del Renacimiento, en su honor se erigen cofradías, se celebran fiestas religiosas y salen a la luz numerosas publicaciones que defienden la limpia Concepción. A mediados del siglo XVII, son muchas las instituciones sevillanas, civiles, religiosas y académicas, que se imponen la obligación de jurar la defensa de esta hermosa doctrina en los actos de toma de posesión de sus cargos. Otro tanto hacen desde entonces numerosísimas Hermandades en sus funciones principales. Fruto de este fervor mariano son los cientos y cientos de cuadros y tallas bellísimos dedicados a la Inmaculada en nuestra Catedral y en todas las iglesias de la archidiócesis, aspecto éste que llama poderosamente la atención de quienes venimos de otras latitudes geográficas.

La tradición inmaculista no debe perderse entre nosotros. Por ello, en las vísperas de esta solemnidad, invito a todos los cristianos de la archidiócesis, y muy especialmente a los jóvenes, a la Vigilia de la Inmaculada, que tendrá lugar en la noche del día 7 en la Catedral. Os invito también a la solemne Misa Pontifical que celebraremos en el mismo templo el día 8. Vivid con toda intensidad la novena de la Inmaculada. Contemplad en estos días las maravillas obradas por Dios en nuestra Madre. Alabad a la Santísima Trinidad por María, la obra más perfecta salida de sus manos. Felicitad y honrad a la Virgen y, sobre todo, imitadla luchando contra el pecado y tratando de vivir siempre en gracia de Dios. Pedid a Dios, con la oración colecta de esta fiesta que Él que preservó a María de todo pecado, “nos conceda por su intercesión llegar a Él limpios de todas nuestras culpas”.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz domingo, feliz día de la Inmaculada.


+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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Vigilia por los fallecidos en los atentados de París y Bamako

(Publicado el lunes, 23 de noviembre de 2015)


El sábado 21, coincidiendo con la Vigilia mensual de noviembre, la Antigua y Franciscana Sección de Alcalá de Guadaíra de la Adoración Nocturna Española ofreció sus rezos por los fallecidos en los recientes atentados de París y Bamako. Fue una Vigilia muy emotiva, oficiada por el Padre Fray Patricio Makau Mutua, Mercedario Descalzo, Superior del Convento de dicha Orden en Santo Domingo (República Dominicana), que se encontraba en nuestra ciudad visitando a su hermana, la monja Clarisa Sor Ana.

Vigilia emotiva, además, porque en dicho día 21 la Iglesia celebra la Presentación de la Santísima Virgen en el Templo, y la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, como final del Año Litúrgico. Fray Patricio glosó en su homilía la Festividad que se celebraba, comentando sus orígenes, en la encíclica “Quas Primas”, del Romano Pontífice Pío XI, en 1925, y cómo desde la antigüedad el título de Rey ha estado asociado a Cristo, pues así figura en las Sagradas Escrituras, e incluso en el Título de la Cruz, mandado redactar por Pilatos: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos. Nacida la mencionada encíclica para conmemorar el Decimosexto Centenario del Primer Concilio de Nicea, que definió y proclamó el dogma de la consubstancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, además de incluir las palabras ...y su reino no tendrá fin, en el Símbolo o "Credo Apostólico", promulgando así la real dignidad de Cristo; fue otro Concilio, el Vaticano II el que fijó como fecha para dicha celebración el cierre del Año Litúrgico.

Así, en el rito de la Vigilia, además de orar por los adoradores difuntos y por las Clarisas difuntas, se pidió de una forma especial por todos los fallecidos en los execrables atentados de los últimos días, cometidos por fanáticos, que, en una inexacta interpretación de su Religión, cometen el grave pecado de tomar el Nombre de Dios en vano, ya que sólo Él es el dueño de la vida y de la muerte. Además, Dios es Amor y Misericordia, por ello se pidió que se arrepintieran de su acción y encontraran el camino de la Luz y el Amor; modo de vida terrenal que nos prepara para acceder al Reino del Cielo.

A ello iban dirigidas las dos lecturas de la Vigilia, la primera de San Pablo, afirmando y justificando la Resurrección de Cristo, fundamento de nuestra fe, y la segunda de San Ambrosio, glosando la muerte en el Señor como paso previo a la verdadera Vida. El Te Deum final fue el colofón perfecto, ya que éste himno proclama la grandeza eterna de Dios.

Tras el rezo comunitario de Completas, unidos los adoradores con las Hermanas Clarisas, el Padre Fray Patricio procedió a dar la Bendición con el Santísimo Sacramento, confortando así a todos los presentes.










Redacción: NN.HH.AA. D. Juan Jorge García García y D. Francisco Burgos Becerra.

Fotografías: NN.HH.AA. D. Juan Escamilla Martín y D. Francisco Burgos Becerra.
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Carta Pastoral del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo

(Publicado el domingo, 22 de noviembre de 2015)


CARTA PASTORAL EN APOYO DE 'VIDA ASCENDENTE'

Queridos hermanos y hermanas:

Hace algunos meses me visitaron en el despacho los responsables de Vida Ascendente de nuestra archidiócesis. Después de explicarme los rasgos fundamentales de su institución, me comprometí a dedicarles una de mis cartas semanales para dar a conocer su carisma. Lo hago con gusto, con el deseo de que el movimiento crezca y se desarrolle en Sevilla, pues es mucho el bien que puede hacer.

Vida Ascendente es un movimiento aprobado por la Conferencia Episcopal Española. Actualmente está establecido en todas las diócesis españolas, contando con cerca de 30.000 miembros repartidos en 1.800 grupos en parroquias urbanas y rurales y en residencias de mayores.

La mejor definición de Vida Ascendente la dio el papa san Juan Pablo II en Roma en 1987 ante los representantes del movimiento: “Sois un auténtico movimiento de Iglesia, un movimiento de laicos que trabaja en colaboración con sacerdotes y religiosos, en comunión muy fiel con el Papa y los obispos…”. De acuerdo con estas palabras del Papa y con la explicación que me dieron los responsables en nuestra archidiócesis, Vida Ascendente es un movimiento eclesial de apostolado seglar, integrado por personas jubiladas y mayores. Por ser un movimiento, no es algo estático y rígido, sino dinámico y flexible. Porque es movimiento, permanece atento a la realidad cambiante del ambiente que ha de cristianizar. Por ser un movimiento apostólico fomenta la vida interior, el crecimiento espiritual y la formación integral de sus miembros para después anunciar a Jesucristo en la ciudad secular.

A diferencia de las asociaciones, no tiene obras ni actividades propias. Sus miembros se comprometen libremente en el apostolado asumiendo su responsabilidad y encarnados en su entorno, tratando de humanizar y cristianizar las estructuras sociales y de ser luz, sal y levadura en los lugares en los que se entreteje su vida.

Por ser un movimiento eclesial, sus miembros acentúan su sentido de pertenencia a la Iglesia y su conciencia de que han recibido de Cristo la misión de ser evangelizadores, misión que deben llevar a cabo en comunión estrecha con el ministerio jerárquico, con los obispos y los sacerdotes, pues su implantación es diocesana y parroquial. El lugar propio del desarrollo del movimiento es la diócesis y la parroquia. Por ello, deberá estar siempre dispuesto a colaborar en los proyectos y planes pastorales de la diócesis y en las actividades apostólicas de la parroquia.

Figura importante en Vida Ascendente es el sacerdote consiliario encargado del acompañamiento de los grupos. Los responsables del movimiento deben trabajar en estrecha colaboración y comunión con los consiliarios. La “Guía del animador” lo expresa claramente: “Laicos y sacerdotes solos no podemos nada. Laicos y sacerdotes juntos, lo podemos todo. Juntos somos el Pueblo de Dios al servicio del mundo”.

Los miembros de Vida Ascendente son personas jubiladas y mayores. El movimiento quiere ser un medio para que estas personas descubran su lugar en la Iglesia y encuentren nuevos espacios y modos de apostolado. El movimiento acoge a hombres y mujeres a partir de los sesenta años, bien jubilados o a punto de jubilarse, cuando los hijos se han casado o se han emancipado y el matrimonio se encuentra en una situación nueva, solos, con lo que podríamos llamar el síndrome del “nido vacío” y un modo nuevo de vida, muy diferente al que han llevado hasta entonces.

Puesto que la jubilación y las circunstancias descritas no pueden significar una dimisión en el cultivo de la vida interior y en el apostolado, Vida Ascendente ayuda a estas personas a seguir creciendo en la fe y a continuar aportando toda su riqueza espiritual y humana a la Iglesia y a la sociedad.

El carisma de Vida Ascendente descansa sobre tres pilares fundamentales: la espiritualidad, el apostolado y la amistad. Sus miembros se reúnen periódicamente en pequeños grupos para compartir la fe, formarse, rezar juntos y cultivar la comunión con el Señor, conscientes de que “sin Él, nada podemos hacer”. Desde una recia espiritualidad, sus miembros anuncian a Jesucristo resucitado a la comunidad parroquial y muy especialmente a sus coetáneos, de modo que vivan la jubilación en plenitud humana y cristiana. Del trato continuado y sincero y de la comunicación de vivencias e inquietudes brota naturalmente la amistad fraterna que es un tesoro que los miembros de Vida Ascendente cultivan con esmero.

El movimiento enseña además a sus miembros el arte de envejecer con alegría, el arte de seguir siendo útiles y el arte de servir. La jubilación del trabajo no significa inhibición en el servicio a los demás. Los jubilados son millonarios en horas libres que en muchísimos casos emplean en servir a su parroquia en la catequesis, el archivo, la economía, la pastoral de la salud, la Cáritas parroquial, etc. Que Dios nuestro Señor, que es el mejor pagador, les pague tan buenos servicios.

Para todos, y muy especialmente para los miembros de Vida Ascendente de la archidiócesis, mi saludo fraterno y mi bendición.


+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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Vigilia de adoración al Santísimo Sacramento

(Publicado el martes, 17 de noviembre de 2015)


El próximo sábado, 21 de noviembre, celebraremos la Vigilia de adoración al Santísimo Sacramento, dedicada al sufragio por nuestros hermanos adoradores fallecidos y, especialmente, a las víctimas de los terribles atentados ocurridos en París en la noche del pasado 13 de noviembre.

Para organizarla, tendremos la reunión previa, a las 19:00 horas.

A las 19:30 horas, comenzaremos con la Santa Misa cantada por la Comunidad de Hermanas Pobres de Santa Clara. A su término, el sacerdote hará Exposición Mayor de Su Divina Majestad y se rezará la Estación a Jesús Sacramentado.

Posteriormente, se rezarán las Vísperas, la Oración de presentación de Adoradores y el Oficio de Lectura.

Tras un tiempo de silencio y reflexión personal, rezaremos el Santo Rosario.

Concluiremos la Vigilia con el rezo de las Preces Expiatorias y Completas, junto a la Comunidad de Hermanas Pobres de Santa Clara, y el Rito de despedida del Santísimo Sacramento.
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Carta Pastoral del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo

(Publicado el domingo, 15 de noviembre de 2015)

LA CONFESIÓN, UN REGALO DE LA MISERICORDIA DE DIOS

Queridos hermanos y hermanas:

Si meditáramos con frecuencia en la omnipotencia divina reflejada en la creación del mundo y en todas las intervenciones de Dios a lo largo de la Historia Santa, quedaríamos admirados de las maravillas obradas por Dios con el antiguo Israel y con nosotros, el nuevo Israel, testigo de su encarnación, de su predicación y milagros, de su pasión, muerte, resurrección y envío del Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones.

Dentro de todas las maravillas obradas por Dios en la vida de la Iglesia y en nuestra propia vida, no es menor la misericordia que Él derrocha con nosotros cuando pecamos y perdona nuestras faltas si arrepentidos las confesamos humildemente en el hermosísimo sacramento de la penitencia, con la conciencia de que Dios nos perdona plenamente y hasta el fondo. Cuando entre nosotros nos perdonamos, queda siempre un poso de resentimiento. Dios nuestro Señor, sin embargo, nos perdona del todo, sin llevar cuentas del mal, si humildemente confesamos nuestros pecados a la Iglesia, después de un sincero examen de conciencia, con dolor de corazón y propósito de la enmienda.

Para nadie es un secreto que desde hace años el sacramento de la penitencia está atravesando una profunda crisis. En ella, a los sacerdotes nos cabe una gran responsabilidad, pues muchos de nosotros hemos abdicado de una obligación principalísima, estar disponibles para oír confesiones, dando a conocer a los fieles horarios generosos en los que estamos disponibles para servirles el perdón de Dios. En ocasiones hemos recurrido abusivamente a las celebraciones comunitarias de la penitencia, con absolución general y sin manifestación expresa e individual de los pecados, que son inválidas y un desprecio palmario de las normas de la Iglesia, recordadas reiteradamente por los Papas en los últimos años.

Otra de las causas de la crisis de este bellísimo sacramento es la pérdida del sentido del pecado, denunciada ya en el año 1943 por el papa Pío XII en la Encíclica Mystici Corporis. Hoy no es difícil encontrar personas que dicen que no se confiesan porque no tienen pecados. Tal vez por ello son infinitamente más los que comulgan que los que confiesan. Sin embargo, no hay verdad más clara en la Palabra de Dios que ésta: Todos somos pecadores. En el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, sólo la Santísima Virgen está liberada de entonar cada día el “Yo confieso”. Todos los demás somos pecadores. La Iglesia es una triste comunidad de pecadores, pues como nos dice el apóstol Santiago, “en muchas cosas erramos todos” (Sant 3,2). San Juan por su parte nos dice que “si decimos que no hemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y no somos sinceros” (1 Jn 1,8).

Una tercera causa de la depreciación del sacramento del perdón en nuestros días es la exaltación del individuo que impide reconocer la necesidad de la mediación institucional de la Iglesia en el perdón de los pecados. Por ello, muchos cristianos dicen que no necesitan del sacramento y del sacerdote, porque se confiesan directamente con Dios. Esta postura, de claro matiz protestante, ignora la voluntad expresa de Jesús resucitado, que en la misma tarde de Pascua instituye este sacramento como remedio precioso para la remisión de los pecados (cf. Jn 20, 23) y para el crecimiento en el amor a Dios y a los hermanos.

No quiero terminar sin recordar a sacerdotes y fieles algunas pautas prácticas para recibir este sacramento, de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia expresado en el Catecismo de la Iglesia Católica. La primera es que sigue vigente el segundo mandamiento de la Iglesia: Confesar al menos una vez al año, y en peligro de muerte o si se ha de comulgar. Es evidente que si el sacramento de la penitencia es manantial de fidelidad, de crecimiento espiritual y de santidad, es sumamente recomendable la práctica de la confesión frecuente.

Hay que recordar también que no se puede comulgar si no se está en estado de gracia o se han cometido pecados graves. Conviene además que lo sacerdotes encarezcan tanto la dimensión personal del pecado, algo que nos envilece y degrada, que es una ofensa a Dios y un desprecio de su amor de Padre, y la dimensión eclesial del pecado, que merma el caudal de caridad que existe en el Cuerpo Místico de Jesucristo.

Quiero recordar también que los fieles pueden y deben solicitar a sus sacerdotes que dediquen tiempo al confesonario y que fijen en cada parroquia los horarios de atención sacramental para que los fieles puedan recibir el sacramento de la reconciliación, al que tienen derecho por estricta justicia.

En las vísperas de la inauguración del Jubileo de la Misericordia, termino asegurando que después del bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la penitencia es el más hermoso de todos los sacramentos, puesto que es fuente progreso y crecimiento espiritual, sacramento de la misericordia, la paz, la alegría y el reencuentro con Dios.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.


+ Juan José Asenjo Pelegrina 
Arzobispo de Sevilla
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La Adoración Nocturna de Alcalá de Guadaíra con las víctimas del terrorismo


La Antigua y Franciscana Sección de Alcalá de Guadaíra de la Venerable Archicofradía de la Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento, se suma al dolor por las víctimas de los terribles atentados ocurridos en la madrugada del pasado sábado, 14 de noviembre, en la ciudad de París y que han causado la muerte a más de un centenar de personas y un gran número de heridos.


Nosotros, los adoradores y adoradoras, elevamos nuestra oración a Nuestro Señor Jesucristo, Dios de la Paz, convencidos de que gozan ya de Su Presencia en el Cielo. La Vigilia de este mes, que se celebrará (D. m.) el próximo sábado 21, la aplicaremos en memoria de todos los Fieles Difuntos y, especialmente, por estas víctimas inocentes de la barbarie y el fanatismo. Rogamos a Nuestra Señora Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano que reconforte y bendiga a las familias afectadas.

Dales, Señor, el descanso eterno.
Y brille para ellos la luz eterna.
Descansen en Paz. Amén.
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Carta del Presidente de la Conferencia Episcopal Española al Arzobispo de París

S. Ém. le Cardinal André Vingt-Trois
32 rue de Barbet de Jouy
75007 PARIS
France

Madrid, 14 de noviembre de 2015

Muy estimado Sr. Cardinal André Vingt-Trois:

Al tener noticias de los gravísimos atentados terroristas sufridos en la noche de ayer en París, que han dejado tan gran cantidad de muertos y heridos, quiero expresarle en nombre de los obispos de la Conferencia Episcopal Española y en el mío propio nuestro dolor y cercanía a usted y al querido pueblo de París, especialmente a las víctimas y a sus familiares, a la vez que les aseguramos nuestra oración ante el Señor, Dios de la Vida y de la Paz.

Junto a nuestra repulsa más absoluta de estos execrables atentados terroristas, deseamos afirmar, con la confianza que nace de la fe y de la firmeza en los valores auténticos de la persona humana, que el mal y la violencia no vencerán nunca. El gran dolor de ustedes es también el nuestro, y la fe y el amor compartido es nuestra común esperanza.

Ruego traslade estos sentimientos de solidaridad a las victimas así como la seguridad de nuestro afecto y el de los católicos españoles.

Quedo a su disposición y le saludo fraternalmente en Cristo,


+ Ricardo Blázquez Pérez
Cardenal-Arzobispo de Valladolid
Presidente de la Conferencia Episcopal Española


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Mons. Asenjo deplora la cadena de atentados en París y pide a los gobernantes que “traten de erradicar la lacra del terrorismo”

(Publicado el sábado, 14 de noviembre de 2015)

El Arzobispo de Sevilla ha deplorado la cadena de atentados ocurrida ayer en París. En un receso de la sesión del Consejo Diocesano de Pastoral celebrado esta mañana, Mons. Asenjo Pelegrina ha exhortado a la comunidad diocesana a “encomendar a la piedad y la misericordia de Dios el eterno descanso de las víctimas mortales, la recuperación de los heridos y el consuelo cristiano de sus familiares”.

Ha pedido también a todos que encomienden al Señor “la conversión de los asesinos y que ilumine a los gobernantes de Europa y Occidente para que, garantizando la libertad, la justicia y el bien común, traten de erradicar la lacra del terrorismo, nunca justificable e intrínsecamente perverso”.


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Hoy no habrá formación franciscana

(Publicado el viernes, 13 de noviembre de 2015)

Hoy viernes, por razones ajenas a nuestra voluntad, no habrá sesión de formación en la vida franciscana.
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Carta Pastoral del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo

(Publicado el domingo, 8 de noviembre de 2015)


NOVIEMBRE, MES DE LOS DIFUNTOS

Queridos hermanos y hermanas:

Iniciábamos el mes de noviembre con la solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos, y no quiero que vaya adelante este mes, que en la piedad popular está dedicado a los difuntos, sin dedicar una de mis cartas semanales a quienes “nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz”. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “la Iglesia peregrina… desde los primeros tiempos del cristianismo, honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos, pues, `es una idea piadosa y santa orar por los difuntos para que sean liberados del pecado’ (2 Mac, 12,46)”.

La visita al cementerio y la oración por nuestros familiares, amigos y bienhechores difuntos, especialmente en el mes de noviembre, es en primer lugar una profesión de fe en la resurrección de la carne, la vida eterna y en la pervivencia del hombre después de la muerte, uno de los artículos capitales del Credo Apostólico. Gracias a la resurrección del Señor, los cristianos sabemos que somos ciudadanos del cielo, que la muerte no es el final, sino el comienzo de una vida más plena, feliz y dichosa, que Dios nuestro Señor tiene reservada a quienes viven con fidelidad su vocación cristiana y mueren en gracia de Dios y en amistad con Él.

Los sufragios por los difuntos, entre los que hay que contar también la mortificación y la limosna, son además una confesión explícita de nuestra fe en el dogma de la Comunión de los Santos y de nuestra convicción cierta de que los miembros de la Iglesia peregrina, junto con los Santos del cielo y los hermanos que se purifican de sus pecados en el purgatorio, constituimos un pueblo y un cuerpo, el Cuerpo Místico de Jesucristo. Somos una familia, en la que todos nos pertenecemos, que participa de un patrimonio común, el tesoro de la Iglesia, del que forman parte los méritos infinitos de Jesucristo, todos los actos de su vida, muy especialmente su pasión, muerte y resurrección, y la oración constante de quien “vive siempre para interceder por nosotros” (Hebr 7,25). A este patrimonio precioso pertenecen también los méritos e intercesión de la Santísima Virgen y de todos los Santos, la plegaria de las almas del purgatorio y nuestras propias oraciones, sacrificios y obras buenas, que hacen crecer el caudal de caridad y de gracia del Cuerpo Místico de Jesucristo.

Los miembros de la Iglesia no somos islas. Todos, vivos y difuntos, estamos misteriosamente intercomunicados por lazos tan invisibles como reales. Todos nos necesitamos y podemos ayudarnos. “Como la Iglesia –nos dice Santo Tomás de Aquino- está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común”. De él todos podemos participar. Por ello, acudimos cada día al Señor y nos encomendamos a la Santísima Virgen, a los Santos y a nuestro ángel custodio. Del mismo modo, podemos y debemos encomendar la fidelidad y perseverancia en nuestros compromisos a la intercesión de las almas del purgatorio, a las que también nosotros podemos ayudar a aligerar su carga y a acortar la espera del abrazo definitivo con Dios, con nuestras oraciones, sacrificios y sufragios, singularmente con el ofrecimiento de la santa Misa. Como es natural, hemos de encomendar en primer lugar a nuestros seres queridos, familiares, amigos y conocidos, pero también a todas las almas del purgatorio, sobre todo, a aquellas que no tienen quienes recen por ellas o están más necesitadas.

En el último día de nuestra vida, en la presencia del Señor, conoceremos en qué medida las oraciones y sacrificios de otras personas por nosotros nos mantuvieron en pie y afianzaron nuestra vida cristiana. Entonces comprobaremos el valor salvífico de nuestra plegaria y de nuestras buenas obras para otros hermanos, cercanos o lejanos, conocidos o desconocidos. Entonces sabremos también cómo nuestra tibieza y nuestros pecados debilitaron el tesoro de gracia del Cuerpo Místico de Cristo, haciéndonos reos de los pecados ajenos, lo cual ya desde ahora debe estimularnos a afinar en nuestra fidelidad al Señor y en el cumplimiento de nuestros deberes.

Al mismo tiempo que os invito a encomendar, especialmente en este mes, a las benditas ánimas del purgatorio a la piedad y misericordia de Dios, os recuerdo con el Papa Pío XII en su encíclica Mystici Corporis el misterio, que él llama “verdaderamente tremendo y que nunca meditaremos bastante”, que la salvación de un alma dependa de las voluntarias oraciones y mortificaciones de otros miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo. Este misterio sorprendente debe ser para todos una interpelación constante y una llamada apremiante a la santidad y a vivir con responsabilidad nuestra vida cristiana, pues muchos bienes en la vida de la Iglesia están condicionados a nuestra fidelidad.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz domingo, feliz día del Señor.


+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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Formación franciscana

(Publicado el viernes, 6 de noviembre de 2015)

Hoy, a las 17:30 horas, como todos los viernes, tendremos la sesión de formación en la vida franciscana, impartida por el Padre Fray Vicente Emilio Felipe Tapia, O.F.M., Superior del Convento Franciscano y Parroquia de Nuestra Señora del Águila de Palmete.
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Carta Pastoral del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo

(Publicado el domingo, 1 de noviembre de 2015)

EN LA SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos en este domingo la solemnidad de Todos los Santos, una fiesta que ya se celebraba en Roma en los primeros siglos de la Iglesia y que adquiere carta de ciudadanía a partir del año 835, cuando el papa Gregorio IV la extiende a toda la Iglesia y fija como fecha de su celebración el día 1 de noviembre.

Celebramos hoy en una misma fiesta los méritos de todos los Santos. Veneramos a aquellos hermanos nuestros cuya santidad heroica ha sido reconocida oficialmente por la Iglesia y que tienen un puesto en el calendario litúrgico. Bien pueden ser calificados como campeones de la santidad, a la que aspiraron con todas sus fuerzas. No se conformaron con mediocridades, porque estaban convencidos de que el amor de Dios es inmensamente más fuerte y abundante que la debilidad humana. Ellos conocieron el amor de Cristo y creyeron en él más que en sus propias fuerzas. Se entregaron totalmente a Cristo, porque Cristo se les había entregado totalmente a ellos.

Confiaron en el Espíritu Santo y procuraron secundar sus inspiraciones. Amaron a la Iglesia y a sus hermanos hasta el heroísmo. Quisieron ser testigos de un amor que convence a otros, de un amor que salva a muchedumbres. Fueron hombres y mujeres de intensa vida interior, humildes y alegres, austeros, recios y penitentes, alejados de la mediocridad y de la rutina, con una radicalidad que apuntaba siempre a lo más; hombres y mujeres de una fe hecha vida, antes que concepto o doctrina, libres para servir al Señor, a la Iglesia y a sus hermanos con generosidad, sin cálculos ni condicionamientos.

Pero honramos además a aquellos que de forma anónima, desde la sencillez de una vida poco significativa a los ojos del mundo, en la familia, el trabajo, la vida sacerdotal o religiosa han hecho de su vida una hermosa sinfonía de fidelidad al Señor y entrega a los hermanos, viviendo el ideal de las Bienaventuranzas. Como escucharemos en la Eucaristía de hoy, todos ellos constituyen una “muchedumbre inmensa que nadie puede contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas”, que está “en pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos” (Apoc 7,9).

La celebración de la solemnidad de Todos los Santos nos sitúa en el corazón de la Iglesia, pues la santidad pertenece a su esencia más íntima. Esta fiesta nos recuerda todos, sacerdotes, consagrados y laicos una verdad fundamental declarada por la Iglesia y vivida por ella: la llamada universal a la santidad. Todos, cualquiera que sea nuestro estado y condición, estamos llamados a la santidad más alta. Todos estamos llamados a participar de la vida y santidad del Padre, que nos ha engendrado, santidad que nos ha merecido Jesucristo, el Hijo, con su sacrificio redentor, santidad que es el mismo Espíritu Santo, recibido como huésped y como don en nuestras almas. La santidad es la única vocación del hombre. No hay otra vocación, ni tenemos otra tarea mejor que realizar en la tierra. Todo para ser santos. Todo para glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu.

La santidad no consiste en hacer cosas raras o extravagantes. La santidad consiste en la participación en la santidad del mismo Dios. Esto es lo realmente raro, lo realmente asombroso: que Dios quiere compartir su santidad inmensa con su criatura, que Dios quiere hacer gustar a su criatura de la comunión plena con Él.

Al recordar en esta solemnidad a los Santos nuestros hermanos, el más rico patrimonio de la Iglesia, resuena con especial intensidad para nosotros lo que ellos escucharon tantas veces de labios de Jesús en la oración “¡Sed santos porque vuestro Padre celestial es Santo!”. Efectivamente Dios es la única causa y fuente de la santidad. Dios es quien quiere que seamos santos y es Él quien quiere hacernos santos con su gracia. No somos nosotros, ni son nuestras solas fuerzas. La iniciativa y el poder son suyos. Sólo Dios es Santo; sólo Dios es quien santifica con su gracia.

También nosotros, sacerdotes, consagrados y laicos, jóvenes y adultos, padres y madres de familia, estamos llamados a ser santos, santos de lo sencillo, santos de lo cotidiano, buscando nuestro camino de santificación en la piedad sincera, en la oración diaria, en la participación en los sacramentos, en el trabajo ofrecido a Dios, en la educación de los hijos, acogiendo amorosamente en nuestras manos la voluntad santa de Dios y ofreciendo la propia vida, abierta a las necesidades de los que sufren y comprometida en el apostolado y en la construcción de la nueva civilización del amor. A todo ello nos invitan los Santos canonizados y también esa legión de héroes anónimos, a los que hoy honramos y que interceden por nosotros. Entre ellos seguramente están nuestros padres y muchos familiares y amigos. Imitémosles y acudamos a su intercesión encomendándoles nuestra fidelidad.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.


+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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