Efigie de Cristo Crucificado, de autoría desconocida. Según estudios realizados en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, dirigidos por el profesor D. Joaquín Arquillo Torres, la Sagrada Imagen es de procedencia hispanoamericana, realizada en una pasta propia de aquellos lugares.
Es de tamaño natural, de pasta como se ha dicho, hueca por lo tanto, fijada con tres clavos sobre el Santo Madero, que no es arbóreo, sino plano, muy austero. Aparece ya muerto, con la llaga producida por la lanzada en el costado, y la cabeza totalmente inclinada, desplomada, sobre su hombro y clavícula derecha.
De todas sus características destaca sobremanera su bello rostro, impregnado de gran dulzura y serenidad, a la que contribuye el que tenga los ojos entreabiertos, a pesar de haber expirado. Muestra también un mechón cayendo verticalmente junto al rostro.
No es una representación de Cristo especialmente cruenta, aunque lleva regueros de sangre por la frente y hombros, producidos por la corona de espinas, u otros que caen por los brazos, procedentes de las llagas de los clavos, lo que también ocurre en los pies. El más llamativo es, sin duda, el de la llaga del costado, del que sí mana abundante sangre. Por lo demás, muestra algunos moratones y pequeñas heridas fruto de las torturas a las que fue sometido antes de morir, como describen los Evangelistas.
El sudario es muy plegado y ajustado a las caderas, formando un bello juego de luces y sombras. Lleva un gran anudamiento en el costado derecho, del que cae el paño verticalmente, aunque por su diferente morfología, bien pudiera haber sido añadido en época posterior. Como era costumbre en siglos anteriores, este sudario va recubierto por otro realizado en tela cuyo color corresponde, generalmente, a las diversas épocas del año litúrgico.
Durante la Cuaresma, pende de la parte posterior del travesaño de la cruz el velo de tinieblas, en el que destaca la representación del sol y de la luna a ambos lados de la Sagrada Imagen, estando el resto cuajado de estrellas.
NUESTRA SEÑORA REINA DE LOS ÁNGELES, CONSOLACIÓN Y GRACIA
Se trata de una bella y juvenil escultura de la Santísima Virgen María realizada en 2012 por la escultora utrerana D.ª Encarnación Hurtado Molina.
Mide 115 centímetros de altura, y está tallada en madera de cedro, policromada al óleo.
En la mano izquierda sostiene al Santísimo Niño Jesús, que en su manita izquierda porta el orbe coronado por una cruz, que representa al Pueblo de Dios, al que bendice con la derecha.
La Señora porta en su mano derecha un rosario y el barquito, que representa la intercesión de María por la Iglesia.
Ambas imágenes tienen ojos de cristal. La Virgen posee pestañas de pelo natural en los párpados superiores.
Sobre sus sienes y las del Unigénito se ciñen sendas coronas que resaltan la Realeza del que es Hijo de Dios y de la que fue elegida para ser el primer Sagrario, el Arca de la Nueva Alianza.
La Santísima Virgen se presenta con la media luna a sus pies y su contorno está orlado por la ráfaga, en clara referencia al pasaje del Apocalipsis: “Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (12, 1).
Su estética responde al modelo iconográfico de reina española de los siglos XVI y XVII: con falda muy amplia que se extiende sobre el candelero perfectamente lisa, sin presentar pliegues ni arrugas; el corpiño con mangas ceñidas al brazo sobre las que se colocan las mangas terminadas en punta y que deja entrever el manto que va desde la cabeza hasta la base del candelero.
Ajuar de la Santísima Virgen
Tesoro de la Santísima Virgen