A la venta los décimos del Sorteo Extraordinario de Navidad de la Lotería Nacional
(Publicado el martes, 30 de octubre de 2018)
‘La violencia contra las mujeres, una lacra que no cesa’, Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
(Publicado el viernes, 26 de octubre de 2018)
Queridos hermanos y hermanas:
El dramático crecimiento de los actos de violencia doméstica que se viene registrando en los últimos años en España, pone de manifiesto la urgencia de responder a la llamada que nos hiciera el Papa Juan Pablo II, con ocasión de la IV Conferencia Mundial sobre la mujer, celebrada en Pekín en 1995: “A las puertas del tercer milenio no podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno. Es hora de condenar con determinación, empleando los medios legislativos apropiados de defensa, las formas de violencia que con frecuencia tienen por objeto a las mujeres”.
Como ha señalado repetidas veces el Papa Francisco, quien contempla los sufrimientos de nuestro mundo con los ojos del Evangelio no puede permanecer ajeno ante el incremento de la violencia que se registra en el ámbito familiar, que afecta a los mayores y a los no nacidos, pero que se centra sobre todo en las mujeres maltratadas. En este último caso, la violencia se ejerce como medio de control de la mujer, sea esposa o pareja de hecho, a través del miedo y la intimidación, e incluye el abuso emocional y psicológico, los golpes y el ataque sexual, llegándose, tal como nos muestran las crónicas de sucesos de los medios de comunicación, a terribles homicidios que culminan en muchos casos con el suicidio o autolesión del propio agresor.
Los estudios que se han realizado sobre este problema demuestran que la violencia doméstica se produce en familias de todos los niveles económicos y de educación, y que tiene difícil pronóstico, ya que la violencia se ejerce normalmente en la privacidad de los hogares, donde muchas veces queda envuelta en el silencio.
Por lo que se refiere a las causas de este grave fenómeno, los especialistas sostienen que un pequeño porcentaje de los casos se debe a un desorden psicofísico. En muchos casos intervienen otros factores, como son el alcoholismo, la drogadicción o una situación laboral precaria. Los hombres que maltratan a sus mujeres son normalmente extremadamente celosos y posesivos, y lo más preocupante es que muchos de ellos han crecido en hogares en los que ya se ejercía la violencia. Los terapeutas familiares señalan, en efecto, que la violencia familiar es una conducta aprendida, que se transmite de generación en generación.
En muchos casos los hombres que maltratan a sus mujeres se sienten justificados para actuar de esta forma como consecuencia de una determinada cultura que propugna la superioridad del varón sobre la mujer. Entonces recurren a la violencia como un modo de dar cauce a sus tensiones, frustraciones y problemas de todo tipo, en una sociedad saturada de violencia en el cine y en la televisión.
Frente a esta mentalidad, debemos recordar que el hombre y la mujer son seres humanos con la misma dignidad, y que ambos fueron creados a imagen de Dios. El modo de actuar de Jesús en sus encuentros con mujeres marginadas en la sociedad judía de entonces, como es el caso de la hemorroisa (Mc 5,25-34) o la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,1-11), también nos impulsa a estar cerca de las mujeres maltratadas, para las que se deben reivindicar medidas legales de protección.
Pero el endurecimiento de estas medidas no es suficiente para salvaguardar la dignidad de la mujer. Por ello, hay que hacer un esfuerzo, tan grande como sea posible, para erradicar las verdaderas causas que propician el actual incremento de los casos de violencia doméstica, que son en realidad factores de tipo cultural o ideológico. En este sentido, convendría no perder de vista la relación que establece el Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en España entre la violencia contra las mujeres y la revolución sexual, de mediados del siglo XX, y que conforma en gran medida actualmente la relación hombre-mujer (n. 11).
Personalmente estoy convencido de que en la raíz del problema está la desaparición de Dios del horizonte de la vida diaria de tantos hermanos nuestros. Por ello, hemos de intensificar la evangelización y el anuncio de Jesucristo a nuestro pueblo, sin olvidar el anuncio de la moral cristiana y del Evangelio de la Familia, que es manantial de respeto por la dignidad de la mujer, de amor, paz y reconciliación. Es este el mejor camino para luchar contra la marea negra de la violencia contra las mujeres, que si se ejerce dentro del matrimonio, encierra una especial malicia moral, ya que el amor del esposo por la esposa siempre debe ser signo del amor de Jesucristo por su Iglesia. Ello exige, en consecuencia, un amor del todo especial, protección y respeto.
Concluyo mi carta semanal invitando a acoger y ayudar con amor a las mujeres maltratadas desde nuestras parroquias y desde nuestras Cáritas, a acompañar desde nuestros COFs a los matrimonios en dificultades y a ayudar a los novios a prepararse auténticamente para el matrimonio.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla
Los Reyes Magos de Alcalá de Guadaíra: Adoradores Honoríficos del Santísimo Sacramento
(Publicado el jueves, 25 de octubre de 2018)
‘El DOMUND de los jóvenes’, cara pastoral del Arzobispo de Sevilla
(Publicado el viernes, 19 de octubre de 2018)
Queridos hermanos y hermanas:
Un año más el DOMUND llama a nuestras puertas. El espléndido mensaje que el papa Francisco ha escrito con motivo de esta Jornada, y que quiero glosar en esta carta, está dirigido a todos, pero particularmente a los jóvenes, que son los protagonistas del Sínodo de los Obispos, que se está celebrando en Roma. Ya al comienzo del mensaje nos dice el Santo Padre que a todos los cristianos se nos ha confiado la misión de anunciar a Jesucristo a nuestro mundo. Añade citando a san Juan Pablo II que la misión refuerza la fe (Redemptoris misio, 2).
El próximo Sínodo ayudará a la Iglesia a comprender mejor lo que el Señor quiere decir a los jóvenes y a las comunidades cristianas. Cada hombre y mujer es una misión, y esta es la razón de nuestra existencia. Cita el Papa una frase de su exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 273: Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Afirma después que la Iglesia quiere mostrar a los jóvenes el camino, la verdad y el auténtico sentido de la nuestra vida, que sólo nos brinda Jesucristo. Invita después a los jóvenes a no tener miedo encontrarse con Cristo y con su Iglesia. Apelando a su propia experiencia de joven y de adulto afirma que en el Señor y en su Iglesia se encuentra el tesoro que llena de alegría la vida. Gracias a la fe –nos confiesa- he encontrado el fundamento de mis anhelos y la fuerza para realizarlos.
Por amor a Jesucristo y su Evangelio, incontables hombres y mujeres, y muchos jóvenes, se han entregado, a veces hasta el martirio, al servicio de los hermanos. De la cruz de Jesús aprendieron la lógica divina del ofrecimiento de sí mismos (cf. 1 Co 1,17-25). Inflamados por el amor de Cristo respondieron con su vida a la pregunta ¿Qué haría Cristo en mi lugar?, y se entregaron a la misión de llevar a todos el Evangelio. Lo hicieron por el “contagio” del amor, por la atracción y el testimonio, que acerca a los alejados, y con la alegría y el entusiasmo de quienes han descubierto el sentido y la plenitud de su vida.
Quienes se encuentran lejos del Evangelio y de la Iglesia forman las periferias, “los confines de la tierra”, allí donde Jesús envía a sus discípulos misioneros con la certeza de tener siempre con ellos a su Señor (cf. Mt 28,20; Hch 1,8). Esto es precisamente la missio ad gentes. La periferia más cierta de la humanidad necesitada de Cristo es la indiferencia hacia la fe o incluso el odio contra el cristianismo o lo religioso. Allí quiere enviar el Papa a los jóvenes, que son la esperanza de la misión.
El papa Francisco da las gracias a todas las realidades eclesiales que permiten a los jóvenes encontrarse con Cristo vivo en su Iglesia, las parroquias, asociaciones, movimientos y comunidades religiosas. Muchos se sienten fascinados por la persona del Señor y su mensaje. Muchos, sensibles ante los males del mundo, se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado. A estos jóvenes les pide el Papa que su encuentro con el Señor les impulse a compartirlo con otros jóvenes o adultos, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra.
Invito a todos los fieles de la Archidiócesis a pedir insistentemente al Señor que mire a los ojos de los jóvenes de nuestra Archidiócesis, chicos y chicas, para que sean valientes y sean muchos los que se decidan a seguirle en el sacerdocio o en la vida consagrada, dedicando su vida al servicio de la Iglesia, al servicio del anuncio del Evangelio y al servicio de sus hermanos. ¿La recompensa? La alegría y la felicidad desbordante que yo he contemplado en los rostros de los misioneros y misioneras sevillanos cuando me visitan con ocasión de sus vacaciones. Puedo asegurar que no he conocido personas más felices en su entrega al Señor, a la evangelización y a sus hermanos, especialmente los más pobres.
Pero la llamada a la misión no es exclusivamente para los jóvenes. Todos, también los adultos, estamos llamados a comprometernos valientemente en el anuncio de Jesucristo en nuestro entorno. España es hoy ya un país de misión. Son muchos los conciudadanos nuestros que han abandonado la fe o la práctica religiosa. Son muchos los ciegos que no han conocido el esplendor de Cristo, y son muchos los cojos que van tambaleándose por la vida y necesitan apoyarse en el Señor. Nosotros se lo podemos mostrar, compartiendo con ellos el tesoro de nuestra fe.
No olvidemos la oración diaria y los sacrificios voluntarios por los misioneros. No olvidemos tampoco la ayuda económica el próximo domingo. Seamos generosos en la colecta.
Que la Santísima Virgen nos ayude a todos, jóvenes y adultos, a ser discípulos misioneros. Para todos y muy especialmente para nuestros misioneros y misioneras diocesanos, mi abrazo fraterno y mi bendición.
+ Juan Jose Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
‘Santa Nazaria Ignacia’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
(Publicado el viernes, 12 de octubre de 2018)
Queridos hermanos y hermanas:
Muchos de nosotros hemos visitado alguna vez la Casa de Ejercicios Betania, situada junto al Monumento al Sagrado Corazón en San Juan de Aznalfarache. Allí hemos encontrado paz, sosiego y silencio para rezar y repensar junto al Señor los grandes temas de nuestra vida. La casa, propiedad de la archidiócesis, está regida desde hace años por las religiosas Misioneras Cruzadas de la Iglesia, fundadas en 1925 por la Beata Nazaria Ignacia March, que el próximo domingo será canonizada por el papa Francisco en la plaza de San Pedro de Roma. Escribo esta sencilla carta semanal en su homenaje y como signo de mi gratitud y de la Iglesia diocesana de Sevilla a sus religiosas, que tan buen servicio nos prestan en un ámbito tan decisivo como es el crecimiento espiritual de cuantos frecuentan la Casa.
Madre Nazaria Ignacia nació el 10 de enero de 1889 en Madrid en el seno de una familia numerosa y sinceramente cristiana. Como consecuencia de graves dificultades económicas, la familia hubo de emigrar a Méjico. En el mismo barco viajaba un grupo de Hermanitas de los Ancianos Desamparados, fundadas por el venerable Saturnino López Novoa y santa Teresa Jornet. El Señor se sirve de esta circunstancia para que en 1908 Nazaria Ignacia ingrese en la citada Congregación, iniciando enseguida su noviciado en la casa madre de Valencia. Después de su profesión perpetua en 1912, junto con nueve compañeras, es destinada a fundar en Oruro (Bolivia). Durante más de 12 años, formó parte de la comunidad de Hermanitas, sirviendo con abnegación a los ancianos pobres y abandonados, recorriendo pueblos y ciudades postulando limosnas para socorrerlos.
Ya en esa época, ante la tremenda ignorancia religiosa del pueblo, su alejamiento de Dios, la escasez de sacerdotes y la multiplicación de las sectas, el Espíritu Santo le inspira fundar una congregación con una impronta más directamente apostólica. Martillea su mente la frase del Señor, “la mies es mucha y los obreros son pocos” (Lc 10,2). En los Ejercicios Espirituales del año 1920, en la meditación del Reino, ve clara la urgencia de trabajar con todas sus fuerzas por la extensión del Reino de Cristo, intuyendo la necesidad de fundar una nueva familia religiosa que sea como una cruzada apostólica al servicio de la Iglesia.
Con el apoyo de monseñor Abel Antezana, primer obispo de Oruro, de monseñor Sieffert, obispo de la Paz, y del nuncio Apostolico en Bolivia, monseñor Cortesi, el 16 de junio de 1925 Nazaria Ignacia sale de las Hermanitas, para poner los fundamentos de una nueva familia eclesial en una antigua casa de Jesuitas desamortizada. Cuenta con un capital de cuarenta centavos y le acompañan en esta aventura diez jóvenes bolivianas, a las que forma, al mismo tiempo que las inicia en el apostolado en los pueblos limítrofes. El 12 de febrero de 1927, tiene lugar la aprobación diocesana de la congregación, “hija primeriza, tierna, y legítima de la Iglesia boliviana”, como escribió monseñor Antezana. El 8 de junio de 1935, la Santa Sede publica el Decretum Laudis, pasando a ser instituto de derecho pontificio. El día 9 de junio aprueba definitivamente la congregación con el nombre de Misioneras Cruzadas de la Iglesia.
Dos frases de la Beata resumen perfectamente su carisma: “En amar, obedecer y cooperar con la Iglesia en la obra de predicar el Evangelio a toda criatura, está nuestra vida, el ser lo que somos”. “Este es nuestro espíritu: guerrero, fiel, nada de cobardías, todos amores, amor sobre todo a Cristo y en Cristo a todos. Repartirse entre los pobres, animar a los tristes, dar la mano a los caídos; enseñar a los hijos del pueblo, partir el pan con ellos, en fin, dar toda su vida, su ser entero por Cristo, la Iglesia y las almas”. Todo ello se concreta en la atención a niñas abandonadas, visitas a presos, catequesis en las parroquias y en los cuarteles, y un trabajo sin descanso en la promoción de la mujer y la defensa de sus derechos, para lo cual funda en Bolivia el primer “Sindicato de obreras” de América latina. Crea también comedores populares, “Ollas del Pobre” y hogares para los más abandonados de la sociedad. Como cosa curiosa destaco su preocupación por la unidad de los cristianos, pidiendo a sus religiosas encomendar esta intención en sus plegarias diarias.
Es de destacar la admirable extensión de la congregación ya en vida de Madre Nazaria. Hoy está presente en 17 países de América, Europa y África. Muere en Buenos Aires el 6 de julio de 1943. Sus restos son venerados en la casa madre de Oruro. Fue beatificada por Juan Pablo II en Roma el 27 de septiembre de 1992.
Felicito de corazón a sus hijas. Las encomiendo a su santa Madre, para que sean siempre fieles y el Señor les conceda muchas y generosas vocaciones. Invito a todos los fieles a imitar a la nueva santa, al mismo tiempo que les saludo fraternalmente con mi bendición.
+ Juan Jose Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
‘En honor a la verdad’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla sobre las inmatriculaciones de bienes eclesiásticos
(Publicado el martes, 2 de octubre de 2018)
Cualquiera que siga mínimamente la actualidad habrá advertido que en los últimos meses aparecen en los medios de comunicación opiniones a favor y en contra de las inmatriculaciones de bienes eclesiásticos llevadas a cabo en los últimos años por la Iglesia en España en los Registros de la Propiedad. Algunos las califican como fraudulentas. Se refieren sobre todo a la Mezquita-Catedral de Córdoba, a la Catedral de Sevilla, con la Giralda y el Patio de los Naranjos, y a la Catedral de la Seo de Zaragoza. Las dos primeras fueron inmatriculadas respectivamente en los años 2006 y 2010, es decir en los años de mi servicio a Córdoba primero y a Sevilla después. Esta circunstancia me autoriza a pronunciarme con conocimiento de causa sobre estos hechos. Lo hago en honor a la verdad para salvaguardar el buen nombre de la Iglesia.
Puedo asegurar que la Iglesia no ha sustraído nada a nadie, ni se ha apropiado de algo que no fuera nuestro, es decir, del Pueblo de Dios. Hemos inmatriculado en los Registros de la Propiedad los bienes que siempre han sido de la Iglesia, bienes que ella creó, que ha conservado y cuidado con diligencia, y que pone a disposición de todos, creyentes y no creyentes, en primer término, para el culto y la evangelización, su genuina razón de ser, y también para la difusión cultural de nuestro patrimonio. No se inmatricularon antes, porque hasta 1998 estaba prohibida la inscripción en los Registros de la Propiedad de los templos destinados al culto católico. Lo permitió, por razones de seguridad jurídica en dicho año, el gobierno del Partido Popular a través de una modificación del Reglamento Hipotecario, que considerando inconstitucional la señalada prohibición, autorizaba a la Iglesia a registrar sus edificios, incluidos los templos, siguiendo para ello el procedimiento previsto en el artículo 206 de la Ley Hipotecaria y los artículos concordantes de su Reglamento.
Esta posibilidad fue suprimida en el año 2015. Mientras tanto, en las dos legislaturas de gobiernos socialistas (2004-2011), el régimen jurídico de las inmatriculaciones de los inmuebles eclesiásticos permaneció vigente. Al amparo del mismo, la diócesis de Córdoba inmatriculó algunos bienes en los años de mi servicio pastoral a dicha Iglesia particular. Otro tanto ha llevado a cabo la archidiócesis de Sevilla en estos años y en el periodo del cardenal Amigo Vallejo.
Por lo que respecta a la Catedral de Córdoba, a pesar de que desde instancias municipales se asegura que la mezquita–catedral nunca ha sido propiedad de la Iglesia, cuarenta y tres eminentes medievalistas aseveran lo contrario. La documentación archivística de la propia catedral, que está al alcance de los investigadores y que en estos días se ha dado a conocer, no admite lugar a dudas. El obispado de Córdoba y su cabildo tienen títulos jurídicos fehacientes para defender la propiedad de la mezquita-catedral por la Iglesia católica.
Además, poseen títulos históricos incontestables. Las excavaciones arqueológicas dirigidas por el arquitecto Félix Hernández en los años treinta del siglo pasado demostraron la existencia en el subsuelo de la mezquita-catedral de un complejo episcopal que puede datarse entre los siglos IV y VI. Allí se encuentran los restos arqueológicos de la basílica visigótica dedicada a san Vicente Mártir. Sería deseable que prosiguieran las excavaciones. Se descubrirían, sin duda, la domus episcopalis, es decir la casa del obispo y de los clérigos, la escuela clerical y los servicios de caridad del obispo. En el año 2004, descubrimos y expusimos a la contemplación de los visitantes y turistas una parte mínima de la basílica, un pequeño sacellum o habitación donde se reservaba la Eucaristía para los enfermos. Tanto los muros, construidos en el siglo VI, como la solería de mosaico del siglo IV, están plagados de símbolos cristianos. Como curiosidad, quiero decir que en los muros se pueden contemplar ladrillos de autor, es decir firmados en uno de los lados. Junto al característico crismón cristiano se puede percibir la siguiente leyenda: ex oficina Leontii, es decir, del alfar de Leoncio. Todo este complejo fue destruido tras la invasión musulmana del año 711, aprovechando sus materiales para construir parte de la mezquita, cuya estructura arquitectónica básica se ha mantenido posteriormente gracias al cuidado de obispos y cabildos.
La Mezquita de Córdoba fue donada por el rey Fernando III el Santo a la Iglesia tras la rendición de la ciudad el 29 de junio de 1236, siendo purificada y consagrada al día siguiente por el obispo de Osma, Juan Domínguez. Por lo demás, las autoridades civiles, tanto nacionales y autonómicas como municipales, han reconocido múltiples veces en la firma de diversos convenios que obran en la secretaría del cabildo cordobés, que la diócesis y dicho cabildo son los legítimos titulares de la mezquita-catedral, propiedad indiscutible de la Iglesia cordobesa. Un ejemplo paradigmático, aunque no único, es la firma de un convenio para la restauración del coro y del crucero que un servidor suscribió solemnemente en la capilla de Villaviciosa de la catedral cordobesa el 12 de mayo de 2006 con la señora ministra de Cultura, doña Carmen Calvo. En dicho convenio se reconocía que la diócesis de Córdoba y su cabildo son los titulares del edificio.
Por lo que respecta a la Catedral de Sevilla las cosas sucedieron de forma análoga a lo acontecido en Córdoba. San Fernando entregó a la Iglesia hispalense la antigua mezquita, con el alminar y el Patio de los Naranjos, indisolublemente unidos a aquella. Entre los muchos documentos conservados en el archivo de la catedral, que avalan desde el siglo XIII la donación de la mezquita mayor a la Iglesia de Sevilla, baste mencionar el conocido privilegio de Alfonso X el Sabio de 5 de agosto de 1252 por el que da a la Iglesia hispalense “todas las mezquitas que son en Seuilla, quantas fueron en tiempos de moros, que las aya libres e quitas pora siempre por juro de heredat”. Se exceptúan tres “que son agora sinogas de los judíos”. Más tarde, en el año 1285, el rey Sancho IV cedió al cabildo el derecho de patronazgo real sobre las parroquias de la ciudad de Sevilla y arzobispado, salvo las excepciones de El Salvador y algunos priorazgos. A lo largo de los siglos, la propiedad por parte del arzobispado y su cabildo sobre su catedral no ha sido cuestionada por nadie, hasta el punto de que, en el decreto de desamortización de 1841, en el que se establece que “todas las propiedades del clero secular… son bienes nacionales” (art. 1º), se exceptúan “los edificios de las Iglesias catedrales, parroquiales, anejos o ayuda de parroquia” (art.6º).
Durante más de siglo y medio el arzobispo y el cabildo de Sevilla se sirvieron de la mezquita almohade para el culto cristiano, hasta que el cabildo catedralicio decidió el 8 de julio de 1401 construir un nuevo templo, pues la antigua mezquita almohade se encontraba en precario estado de conservación después del terremoto ocurrido en 1356. Según la tradición oral sevillana la decisión de los canónigos se plasmó en las siguientes palabras: «Hagamos una iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos». Según el acta capitular de aquel día la nueva obra debía ser «una tal y tan buena, que no haya otra su igual». En consecuencia, podemos afirmar sin temor alguno a equivocarnos, que la Magna Hispalensis fue construida por la Iglesia, del mismo modo que es evidente que tanto ella como la singularísima mezquita-catedral cordobesa, están hoy magníficamente conservadas gracias al compromiso constante de obispos y cabildos.
Después de todo lo escrito, manifiesto mi perplejidad por esta deriva incomprensible sobre los bienes inmuebles de la Iglesia, deriva que a mi juicio no se funda en argumentos objetivos de carácter jurídico o histórico, sino en apriorismos y prejuicios. Estoy convencido de que la pretensión de anular las inmatriculaciones para que estos edificios señeros pasen a propiedad pública no tiene recorrido legal. Pido a Dios que la verdad se abra camino y la convivencia respetuosa se afiance entre nosotros.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla