El Levítico
(capítulo XII) regulaba con todo lujo de detalle este tema de la impureza de la
mujer recién parida. La Virgen María, por ser Madre de Dios, y por haber
concebido a Jesús de modo virginal, por obra
y gracia del Espíritu Santo, no estaba sometida a esta ceremonia hebrea. No
obstante, ella y su esposo San José, conscientes
de que sus paisanos nada sabían de todo lo anterior, quisieron seguir la ley y
llevaron al Niño al Templo al cumplirse los cuarenta días de su nacimiento. Por
ello también realizaron la ofrenda de las familias pobres: una pareja de
tórtolas. Sin embargo, no pasó desapercibida su condición de Hijo de Dios para
el anciano Simeón, ni para la profetisa Ana, y así recoge San Lucas en su
Evangelio el Cántico de Simeón, muy utilizado en la Liturgia de las Horas,
concretamente en el rezo de Completas. Recordemos también que fue Simeón el que
ya anunció a María, en este mismo momento, los padecimientos que sufriría por
causa del martirio de su hijo Jesús: …una
espada atravesará tu alma… (Lc. 2, 35)
La denominación y
uso de las candelas o velas parece que tuvo su origen en fiestas paganas con
que los romanos conmemoraban en este día a sus dioses, y que diversos papas,
entre ellos Inocencio, y Sergio, deseando desterrar estas costumbres tan
arraigadas en las gentes (no olvidemos que gran parte de los cristianos de los
siglos primeros eran de cultura romana), transformaron estos ritos en la
festividad religiosa en honor de la Madre de Dios, que ha llegado hasta
nosotros.
Un bello poema
resume todo lo que celebra la Iglesia en este día:
En
honor de la piadosa María
llevo
esta candela en la mano mía;
representa
esta cera
la
carne virginal verdadera
de
Cristo; y la llama, que ilumina,
significa
su persona divina;
y
la mecha en el cirio encendida,
el
alma que a su cuerpo da vida.
En cuanto a la tradición de vestir al Niño Jesús con el
faldón propio del Bautismo, es una extrapolación entrañable de la costumbre
cristiana: así como las familias visten con dicha vestimenta a sus hijos para
su presentación en el templo, ya que el Bautismo es el día de la entrada
oficial en la Iglesia de los recién nacidos, así la piedad de los fieles, al revestir
a las Sagradas Imágenes con ricos ropajes, adoptaron esta costumbre para el
Niño Jesús en la Festividad de su Presentación en el Templo.
Redacción y fotografía: N.H.A.D. Juan Jorge García García.
Redacción y fotografía: N.H.A.D. Juan Jorge García García.